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SAN GREGORIO EL TAUMATURGO, OBISPO DE NEOCESAREA

conmemorado el 17 de noviembre.

 

San Gregorio el Taumaturgo, obispo de Neocesarea, nació en la ciudad de Neocesarea (hoy Niksar, en Turquía) en el seno de una prominente familia pagana (ca. 210-215), y su nombre original era Teodoro.

Después de su educación elemental, San Gregorio se trasladó a Beirut, junto con su hermano Gregorio (o Athēnódoros ─según fuentes hagiológicas) a fin de estudiar Leyes. Sin embargo, los grandes pensadores de la antigüedad no lograron saciar su sed de conocimiento. La Verdad le fue revelada solo en el Santo Evangelio, y el joven se hizo cristiano.

Para continuar sus estudios, San Gregorio marchó hacia Alejandría, conocida en ese momento como un centro de aprendizaje tanto pagano cuanto cristiano. Deseoso de adquirir conocimientos, Gregorio fue a la Escuela Catequética de Alejandría, donde el presbítero Orígenes hacía las veces de enseñante. Orígenes fue un maestro famoso, que poseía una gran fuerza mental y un conocimiento profundo. San Gregorio se convirtió en discípulo de Orígenes. Posteriormente, el Santo escribe de su mentor: “Este hombre recibió de Dios un don sublime: ser intérprete de la Palabra de Dios para los hombres, aprehender la Palabra de Dios, como Dios mismo la usaba, y explicarla a personas, en la forma en que pudieran entenderlo”. San Gregorio estudió con Orígenes durante ocho años, quien también lo bautizó.

La vida ascética de san Gregorio, su continencia, pureza y carencia de codicia despertaron la envidia de sus compañeros vanidosos y amantes del pecado, paganos como eran, y se propusieron calumniar al Santo. Una vez, cuando conversaba con filósofos y maestros en la plaza de la ciudad, una conocida ramera se acercó a él exigiendo el pago de un pecado que supuestamente había cometido con ella. Al principio, san Gregorio la amonestó suavemente, diciendo que tal vez lo había confundido con otra persona. Pero la mujer libertina no sería silenciada. Luego le pidió a un amigo que le diera el dinero. Justo cuando la mujer tomó el pago injustificado, cayó al suelo en un ataque demoníaco, y el fraude quedó al descubierto. San Gregorio oró por ella y el demonio fue expulsado. Este fue el primero de sus milagros.

Después de regresar a Neocesarea, el Santo huyó de los asuntos mundanos, a los que los influyentes habitantes de la ciudad intentaron empujarlo persistentemente. Se marchó hacia el desierto, donde a través del ayuno y de la oración alcanzó grandes alturas espirituales, así como los dones de clarividencia y profecía. San Gregorio amaba su vida en el desierto y quería permanecer en la soledad hasta el final de sus días, pero el Señor quiso otra cosa.

Al enterarse de la vida ascética de san Gregorio, el obispo Phaίdēmos de la ciudad de Amasasia en Capadocia, decidió nombrarlo obispo de Neocesarea. Pero previendo en espíritu la intención del obispo Phaίdēmos, el Santo se ocultó de los mensajeros del jerarca que fueron enviados a buscarlo. Pese a su ausencia, el obispo Phaίdēmos consagró San Gregorio como obispo de Neocesarea, suplicando al Señor Su Bendición sobre tan inusual ordenación. San Gregorio consideró el extraordinario acontecimiento como una manifestación de la voluntad de Dios y no se atrevió a protestar. Este episodio de la vida de san Gregorio fue inscripto por san Gregorio de Nisa (10 de enero). En él, relata que san Gregorio de Neocesarea recibió el rango episcopal sólo después de que el obispo Phaίdēmos lo ordenara a todos los rangos canónicos.

Durante este tiempo, la herejía de Sabelio y Pablo de Samosata comenzó a extenderse. Enseñaron falsamente acerca de la Santísima Trinidad. San Gregorio oraba con fervor y diligencia implorando a Dios y a su Madre purísima que le revelaran la verdad. La Santísima Madre de Dios, se apareció ante él, radiante como el sol, y con ella estaba el Apóstol Juan el Teólogo ornado con vestiduras jerárquicas.

Por mandato de la Madre de Dios, el Apóstol Juan enseñó al Santo la forma correcta de hablar del Misterio de la Santísima Trinidad. San Gregorio escribió todo lo que san Juan le reveló. El Símbolo de la Fe, tal como lo escribió san Gregorio, es una gran revelación divina en la historia de la Iglesia. La enseñanza sobre la Santísima Trinidad en la teología ortodoxa se basa en ella. Posteriormente, fue aceptado por los Santos Padres de la Iglesia: Basilio el Grande, Gregorio el Teólogo y Gregorio de Nisa. El Símbolo de san Gregorio (Credo) fue posteriormente examinado y afirmado en el año 325 por el Primer Concilio Ecuménico, mostrando su significado perdurable para la Ortodoxia. Incluso aquellos que no estaban de acuerdo con san Gregorio lo consideraban como un segundo Moisés.

Después de convertirse en jerarca, san Gregorio viajó a Neocesarea. En su camino desde Amasia, expulsó a los demonios de un templo pagano, cuyo sacerdote convirtió a Cristo. Aquel converso fue testigo de otro de los milagros del Santo: a su palabra una gran piedra se movió de su sitio.

Los sermones del Santo fueron directos, vivos y fructíferos. Enseñó y obró milagros en el nombre de Cristo: sanó a los enfermos, ayudó a los necesitados y resolvió las disputas y quejas. Dos hermanos que compartían una herencia no pudieron ponerse de acuerdo sobre la propiedad de su padre muerto. Un gran lago fue la causa de su disputa, porque cada hermano quería el lago para sí mismo. Ambos reunieron a sus amigos y estaban listos para llegar a las manos. San Gregorio los convenció de retrasar su lucha hasta el día siguiente, mientras rezaba toda la noche a la orilla del lago que había provocado la pelea. Cuando llegó el amanecer, todos vieron que el lago se había secado o había quedado bajo tierra. Ahora, por la oración intensa del Santo, sólo había un arroyo, y su curso definía la línea divisoria. En otra ocasión, durante la construcción de una iglesia, ordenó que se moviera una colina y dejara espacio para cavar los cimientos.

Cuando comenzó la persecución de los cristianos bajo el emperador Decio (249-251), san Gregorio llevó a su rebaño a una montaña lejana. Cierto pagano, que conocía dónde se escondían los cristianos, informó a los perseguidores y los soldados rodearon la montaña. El Santo salió a un lugar abierto, levantó las manos al cielo y ordenó a su diácono que hiciera lo mismo. Los soldados registraron toda la montaña, y varias veces pasaron junto a los que estaban orando. Incapaces de verlos, se dieron por vencidos y se fueron. En la ciudad informaron que no había dónde esconderse en la montaña. No había gente, solo dos árboles parados uno al lado del otro. El informante quedó asombrado, se arrepintió de sus caminos y se convirtió en un cristiano devoto.

San Gregorio regresó a Neocesarea después del fin de la persecución. Con su bendición, se establecieron las Fiestas de la Iglesia en honor de los mártires que habían sufrido por Cristo.

Por la santidad de su vida, su predicación eficaz, sus milagros y la guía inspirada de su rebaño, el Santo aumentó el número de convertidos a Cristo. Cuando san Gregorio llegó por primera vez a su Sede, solo había diecisiete cristianos en Neocesarea. En el momento de su reposo, sólo quedaban diecisiete paganos en la ciudad.



REFERENCIAS

Orthodox Church in America. (2022). Saint Gregory, Wonderworker of Neocaesarea. New York, Estados Unidos: OCA.

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