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SAN PROCLO, ARZOBISPO DE CONSTANTINOPLA

conmemorado el 20 de noviembre.


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San Proclo (gr. Πρόκλος), Arzobispo de Constantinopla, dedicó desde su juventud todo su tiempo a la oración y al estudio de las Sagradas Escrituras. El Señor lo concedió la gran fortuna de ser discípulo de san Juan Crisóstomo (13 de noviembre), quien primero lo ordenó diácono y luego presbítero. Presenció la aparición del Santo Apóstol Pablo a San Juan Crisóstomo. De su maestro, San Proclo adquirió un profundo conocimiento de las Sagradas Escrituras y aprendió a expresar sus ideas con gran elocuencia.

Tras el exilio y dormición de san Juan Crisóstomo, el Santo Patriarca de Constantinopla, Sisinio (426-427), consagró a san Proclo Obispo de la ciudad de Cícico, pero, bajo la influencia de herejes nestorianos, fue expulsado por su feligresía.

San Proclo retornó entonces a la capital y predicó la Palabra de Dios en las iglesias de Constantinopla, fortaleciendo a los creyentes en la fe ortodoxa y denunciando la impiedad de los herejes. En una ocasión, predicó un sermón ante Nestorio en el que defendió con valentía el título de «Theotokos» al hablar de la Virgen María. Tras el reposo del patriarca san Sisinio, san Proclo fue elegido para sucederlo. Siendo, así, Patriarca de Constantinopla, dirigió la Iglesia durante doce años (434-447). Gracias a los esfuerzos de san Proclo, las reliquias de san Juan Crisóstomo fueron trasladadas de Comana a Constantinopla en tiempos del Santo Emperador Teodosio II (408-450).

Durante el Patriarcado de san Proclo, el imperio sufrió devastadores terremotos que se prolongaron por varios meses. En Bitinia, en el Helesponto y en Frigia, las ciudades quedaron arrasadas, los ríos desaparecieron y se produjeron terribles inundaciones en sitios que antes eran secos. El pueblo de Constantinopla salió de la ciudad con el Patriarca y emperador a la cabeza y elevó plegarias para que cesaran aquellas calamidades sin precedentes.

Durante una oración, un niño de entre la multitud fue alzado por una fuerza invisible y elevado a tal altura que se perdió de vista. Luego, sano y salvo, el niño fue descendido a tierra y contó que había oído y visto a los ángeles glorificando a Dios cantando: «Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal». Toda la gente comenzó a cantar ésta oración del Trisagio, añadiendo el estribillo: «¡Ten piedad de nosotros!». Entonces, cesaron los terremotos. La Iglesia Ortodoxa continúa cantando ésta oración en sus servicios divinos hasta el día de hoy.

Los fieles de Constantinopla veneraban a su Patriarca por su vida ascética, su predicación y su preocupación por los oprimidos. Muchas obras del Santo han llegado hasta nuestros días. Son especialmente conocidos sus discursos contra los nestorianos, dos tratados en alabanza a la Madre de Dios y cuatro tratados sobre la Natividad de Cristo, donde expone la doctrina ortodoxa sobre la Encarnación del Hijo de Dios. La labor del Santo Patriarca en el establecimiento del decoro en todos los asuntos de la Iglesia le granjeó la estima universal. Rodeado de amor y deferencia, san Proclo partió hacia el Señor tras veinte años de servicio como Patriarca.



REFERENCIAS

Orthodox Church in America. (2025). Saint Proclus, Archbishop of Constantinople. New York, Estados Unidos: OCA.

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