conmemorados el 22 de abril.
San Teodoro de Siceon (o el Sykeote) nació a mediados del siglo VI en el pueblo de Siceon, no lejos de la ciudad de Anastasiópolis (en Galacia, Asia Menor), en el seno de una familia piadosa. Cuando su madre María concibió al Santo, tuvo la visión de una radiante estrella brillando sobre su vientre. Consultó a un Anciano clarividente, quien le explicó que se trataba de la gracia de Dios derramada sobre su hijo.
Cuando el niño cumplió seis años, su madre lo obsequió un cinturón dorado, pues deseaba que su hijo se convirtiera en soldado. Esa noche, el Santo y Glorioso Gran Mártir Jorge el Portador de la Victoria (23 de abril) se apareció a María en un sueño y le dijo que no buscara una carrera militar para su hijo, porque el niño estaba destinado a servir a Dios. El padre del Santo, Cosme, sirvió como mensajero del emperador Justiniano el Grande (527-565), pero falleció a temprana edad. El niño quedó al cuidado de su madre María. Con ellos también vivían su abuela Elpidίa, su tía Despoinίa y su hermana Blátta.
En la escuela, san Teodoro mostró una gran aptitud para el estudio, siendo sus inusuales dones de razón y sabiduría los más destacables. Era apacible y sereno, pero siempre sabía cómo calmar a sus compañeros y no consentía peleas ni riñas entre ellos.
El piadoso Anciano Esteban (gr. Στέφανος) también vivía en la casa de María. A la edad de ocho años, san Teodoro empezó a imitarlo, comiendo sólo un pequeño bocado de pan por las noches durante la Gran Cuaresma. Para que su madre no lo obligara a cenar con todos, el niño volvería de la escuela a casa sólo al anochecer, después de haber participado de los Santos Misterios con el Anciano Esteban. A petición de María, la maestra comenzó a enviarlo a casa a cenar al final de sus lecciones. Pese a ello, san Teodoro, se dirigiría a la iglesia del Santo Gran Mártir Jorge, donde el Santo se apareció ante él en la forma de un joven y lo acompañó al interior de la iglesia.
Cuando san Teodoro cumplió diez años, cayó gravemente enfermo. Fue llevado a la iglesia de San Juan Bautista y colocado ante el altar. El niño fue sanado por dos gotas de agua que cayeron del rostro del Salvador desde la cúpula del templo. En ese momento, el Santo Gran Mártir Jorge comenzó a aparecer ante él por la noche y también a llevarlo a su propio templo para orar hasta la mañana. Su madre, temiendo los peligros del bosque, instó a su hijo a no salir de noche.
Una vez, cuando el niño ya se había ido, María lo siguió hasta la iglesia, lo arrastró por el pelo y lo ató a su cama. Esa misma noche se apareció san Jorge en sueños y la instruyó que no impidiera al niño acudir a la iglesia. Tanto Elpidίa como Despoinίa tuvieron la misma visión. Entonces, las mujeres reconocieron la especial vocación de san Teodoro y ya no lo obstaculizaron más. Incluso su hermana pequeña Blátta empezó a imitarlo.
Cuando tenía doce años, el Santo tuvo un sueño en el que contemplaba a Cristo en el Trono de Gloria, diciendo: “Lucha, Teodoro, para que puedas obtener una recompensa perfecta en el Reino de los Cielos”. A partir de ese momento, san Teodoro comenzó a intensificar sus labores. Pasó tanto la Primera Semana de la Gran Cuaresma como la Semana de la Veneración de la Cruz en completo silencio.
El diablo se propuso destruirlo. Se apareció al Santo en la forma de su compañero Geroncio y lo instó a saltar por un precipicio, pero san Jorge lo rescató. En otra ocasión, san Teodoro fue al desierto para obtener la bendición del Anciano Glykérios. Hubo una terrible sequía en toda la tierra, y el Anciano dijo: “Hijo, oremos de rodillas al Señor, pidiéndole que envíe lluvia. Entonces sabremos si nuestras oraciones agradan al Señor”. El Anciano y su discípulo oraron y súbitamente comenzó a llover. Entonces el Anciano dijo a san Teodoro que la gracia de Dios estaba sobre él y lo bendijo para que entrara en un Monasterio cuando llegara el momento.
Cuando tenía catorce años, san Teodoro partió de casa y vivió cerca de la iglesia del Gran Mártir Jorge. Su madre lo llevaba alimentos, pero san Teodoro lo dejó todo en las piedras junto a la iglesia y solo comía un prósforon al día. Aún a tan edad temprana, a san Teodoro se lo concedió el don de curar. Gracias a sus oraciones, un joven poseído por un demonio recuperó su sano juicio.
San Teodoro huyó de la gloria humana y se retiró a la completa soledad. Bajo una gran roca, no lejos de la iglesia de san Jorge, cavó una cueva y convenció a cierto diácono para que cubriera la entrada con tierra, dejando una pequeña abertura para el aire. El diácono lo traía pan y agua, pero no dijo a nadie dónde se encontraba oculto el Santo. Durante dos años san Teodoro vivió en reclusión y entera quietud. Sus parientes lo lloraron, pensando que había sido devorado por las fieras.
Finalmente, el diácono reveló su secreto, porque temía que san Teodoro expirara en la estrecha cueva, asimismo, porque sentía lástima por su madre María. San Teodoro fue sacado de la cueva, apenas con vida. Su madre quiso llevarse a su hijo a casa y cuidarlo hasta que recuperara la salud, pero el Santo permaneció junto a la iglesia de San Jorge y al cabo de varios días se encontraba completamente bien.
Noticia de la proeza del joven llegó al obispo local Teodosio, quien lo ordenó al diaconado y más tarde al Santo Sacerdocio, sin importar que el Santo tuviera sólo diecisiete años. Después de un cierto tiempo, san Teodoro fue a venerar los lugares santos en Jerusalén, y allí, en Khozeba Lavra, cerca del Jordán, fue tonsurado como monje.
Cuando regresó a su tierra natal, continuó viviendo cerca de la iglesia de San Jorge. Su abuela Elpidίa, su hermana Blátta y su madre María ingresaron en un monasterio de mujeres por consejo del Santo. Allí reposaría en paz su tía Despoinίa.
La vida ascética del joven Hieromonje atrajo a personas que buscaban la salvación. El Santo tonsuró al joven Epifanio, y más tarde una piadosa mujer, a quien el Santo curó de su enfermedad, lo llevó a su hijo Philoúmenos. Asimismo, se acercó al Santo el virtuoso joven Juan. Así, los hermanos se fueron reuniendo poco a poco en torno a San Teodoro.
San Teodoro continuó sus arduos trabajos ascéticos. A petición suya, un herrero construyó para él una jaula de hierro sin techo, tan estrecha que apenas podía mantenerse en pie. En ésta jaula san Teodoro portaba pesadas cadenas desde la Santa Pascua hasta la Natividad de Cristo. Desde el Bautismo del Señor hasta la Santa Pascua se recluyó en su cueva, de la que salía sólo para los servicios religiosos los sábados y domingos. Durante el ayuno de cuarenta días, el Santo sólo comió verduras y pan los sábados y domingos.
Viviendo de tal manera, recibió del Señor poder sobre las fieras. Se aproximaron a él osos y lobos que tomarían alimento de su mano. Gracias a las oraciones de san Teodoro, los enfermos de lepra fueron sanados y los demonios fueron expulsados de distritos enteros. En el cercano pueblo de Magatia, cuando las langostas amenazaron los cultivos, la gente acudió a san Teodoro en busca de ayuda. Les dijo que acudieran a la iglesia. Después de servir la Divina Liturgia, los aldeanos regresaron a casa y se enteraron de que todas las langostas habían muerto durante el Servicio.
Cuando el comandante militar Mauricio regresaba a Constantinopla pasando por Galacia después de luchar contra los persas, el Santo predijo que se convertiría en emperador. Sus palabras se hicieron realidad y el emperador Mauricio (582-602) accedió al pedido del Santo: enviaba pan al Monasterio cada año para la multitud de personas que allí se alimentaban.
El pequeño templo de San Jorge no podía albergar a todos los que querían orar en él. Luego, gracias a los esfuerzos del Santo, se construyó una hermosa iglesia nueva. En aquel tiempo reposó el obispo de Anastasiópolis. La gente de la ciudad pidió al metropolitano Pablo de Ancira que instalara a san Teodoro como obispo. Para que el Santo no se opusiera, los mensajeros del Metropolita y el pueblo de Anastasiópolis lo sacaron a la fuerza de su celda y lo condujeron a la ciudad. Como Jerarca, san Teodoro laboró grandemente por el bienestar de la Iglesia, pero su alma anhelaba la comunión solitaria con Dios. Después de varios años, volvió a venerar los lugares santos de Jerusalén. Y allí, ocultando su identidad, se instaló en la Lavra de San Sabas, donde vivió en soledad desde la Natividad de Cristo hasta la Gran Pascua. Entonces el Gran Mártir Jorge le dijo que regresara a Anastasiópolis.
Enemigos desconocidos intentaron envenenar al Santo, pero la Madre de Dios le dio tres pequeños trozos de grano. San Teodoro los comió y fue preservado. Abrumado por la carga de ser obispo, san Teodoro pidió al Patriarca Kyriakos de Constantinopla (595-606) que lo dejara en su propio monasterio para poder celebrar allí los servicios.
San Teodoro fue venerado como Santo, incluso durante su vida. Su santidad era tan evidente que cuando ofreció la Eucaristía, la gracia del Espíritu Santo apareció como una radiante luz violeta, brillando sobre los Santos Dones. Una vez, cuando el Santo elevó los diskos con el Santo Cordero y dijo: “Lo santo para los santos”, el Santo Cordero se elevó por los aires y luego se posó sobre los diskos una vez más.
En una de las ciudades de Galacia ocurrió un hecho terrible: durante una procesión de la Iglesia, las cruces de madera que llevaban comenzaron a golpearse entre sí. Como resultado, el patriarca Tomás (21 de marzo) llamó a san Teodoro y le preguntó el significado de este terrible portento. San Teodoro, que tenía el don de la previsión, explicó que esto indicaba desgracias venideras para la Iglesia de Dios (hablaba de la futura herejía de los iconoclastas). En su dolor, el Santo Patriarca Tomás rogó al Santo que orara para que descansara pronto, para no tener que presenciar la catástrofe que se avecinaba.
En el año 610 el Santo Patriarca Tomás reposó tras pedir la bendición de san Teodoro. En ese mismo año, san Teodoro partió hacia el Señor.
Se conmemora a san Teodoro también el 15 de junio (el Traslado de sus reliquias).
REFERENCIAS
Orthodox Church in America. (2024). Saint Theodore the Sykeote, Bishop of Anastasiopolis. New York, Estados Unidos: OCA.
Comments