conmemorada el 29 de mayo.
Cuando una joven doncella sintió compasión por algunos mártires cristianos que estaban a punto de morir ella fue arrestada inmediatamente. En el plazo de dos horas se la encontró culpable de una serie de acusaciones y sometida a torturas inconcebibles ─simplemente porque había pedido a los Santos Mártires que la tuviesen presente en sus oraciones.
El nombre de ésta joven virgen era Teodosia y estuvo destinada a sufrir por Jesucristo en abril del año 307. Los crímenes contra ésta niña que aún no había cumplido los dieciocho años, tuvieron lugar en la ciudad Palestina de Cesarea, bajo el reinado del despiadado gobernador romano provincial Urbano.
Nacida en la bella ciudad costera de Tiro, en la antigua Fenicia (hoy en día parte del actual Líbano) alrededor del año 290, la Santa Mártir Teodosia, de 17 años de edad, era una piadosa y justa joven que no soportaba ver gente tratada con crueldad. El Domingo de Resurrección de Nuestro Señor y Salvador Jesucristo conoció que varios jóvenes cristianos habían sido apresados en Cesarea, ciudad donde vivía con su familia.
Actuando impulsivamente, la considerada joven se aproximó a las víctimas con esperanza de ofrecer un poco de consuelo a los valerosos creyentes que estaban a punto de recibir su sentencia de muerte. Los encontró encadenados unos a otros y sentados sobre el piso del calabozo. Mojados, con frío y tiritando, estaban orando, suplicando por fortaleza para poder soportar su castigo, ruego ante el cual la doncella se conmovió profundamente.
Habían sido capturados por los soldados bajo el mando del emperador romano Maximino, quien era duro de corazón y que en ese entonces se encontraba persiguiendo a los cristianos a lo largo de las provincias del Oriente Medio. Los jóvenes cristianos ─que habían despertado la compasión de Teodosia─ serían torturados y asesinados por Urbano, el gobernador cesáreo del Emperador. Éste despiadado tirano era conocido en todo lugar por su despiadada eficacia eliminando a los seguidores de Jesús Cristo.
Cuando se anunció la decisión de Urbano, en ese Domingo de Resurrección diecisiete siglos atrás, la alegre Teodosia expresó claramente sus sentimientos ─llamando con fuerte voz a los cristianos condenados y pidiéndolos que la recordasen en el Paraíso y que hablasen bien de ella ante el Señor. Sin embargo, ésto no le pareció divertido al Gobernador, quien inmediatamente ordenó a sus soldados capturar a ésta infractora de la ley. Llevada ante su trono, algunos minutos después, ella se negó a admitir que había hecho algo malo. Cuando se la ordenó adorar a los ídolos romanos con la finalidad de probar que ella no albergaba secretas simpatías cristianas, la joven Teodosia se negó a cumplir. El gobernador se quedó mirándola, sorprendido. “Que así sea”. Con un movimiento de su mano señaló a sus verdugos que la amarrasen y se la llevasen. Lo que siguió a continuación es difícil de contar: la joven fue apuñalada repetidamente en sus costillas y en sus senos. Además, fueron quebrados sus huesos en varios lugares por matones cuatro veces más grandes que ella. Empero, no lloró y ciertamente no cedió en su postura. Con sus ojos cerrados y con una mano en su corazón comenzó a rezar fervientemente al Señor Dios Jesús Cristo, a quien ahora ella reconocía completamente como su propio Salvador.
Enfurecido por su negativa a reconocer su presencia, el homicida gobernador Urbano se decidió rápidamente a tomar las medidas más extremas. Muy pronto sus verdugos traspasaron con espadas sus intestinos al tiempo que doblaban sus extremidades en diferentes direcciones hasta el punto que los mismos soldados se encontraron a sí mismos haciendo muecas de dolor ante el sonido de los huesos rotos. Sin embargo, el espíritu de la Santa Mártir no se quebró. Tan grande era su fe en el Salvador que con cada respiro ella rezaba con mayor intensidad.
El gobernador Urbano la observaba y su cólera era una cosa terrible de presenciar. Al final decidió darla una última oportunidad para salvar la vida. Inclinándose hacia adelante hasta poner su rostro burlón muy cerca del suyo le hizo la pregunta que podría salvarla de la muerte. ¿Por lo menos te inclinarías una sola vez ante los ídolos de Roma?
Ella permaneció inmóvil por algunos segundos y luego, con el remanente de energía que guardaba, negó con su cabeza. Con una voz que era difícilmente más alta que un susurro le dijo al más poderoso gobernador en toda Palestina, según está registrado en los relatos de su martirio: “No se equivoque, no se engañe, pero ha de saber lo siguiente: se me ha concedido tomar parte en el coro de los santos mártires de Dios”. El gobernador ya había visto suficiente. Con una maldición terrible y un gesto violento ordenó que fuese arrojada a las turquesas aguas del océano que flanqueaban las bellas playas de Cesarea. Allí se ahogó rápidamente y muy pronto su cuerpo maltratado se hundió en las profundidades del Mar Mediterráneo. Ella había partido a un mundo mejor, a una mejor vida.
De la vida de la Santa Virgen Mártir Teodosia, podemos ver como Dios algunas veces pide el sacrificio final, aún de sus hijos inocentes. Sin embargo, también Él provee la fortaleza necesaria para superar esas terribles pruebas ─y uno de los consuelos que recibimos es el saber que una Gran Santa como la Virgen Mártir Teodosia vive hoy en el reino bendito que está más allá de toda pena, dolor y que está pleno de gozo triunfante.
REFERENCIAS
La Ortodoxia es la Verdad. (2023). La Virgen Mártir Teodosia de Tiro. Atenas, Grecia: https://laortodoxiaeslaverdad.blogspot.com
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