conmemorada el 14 de enero.
La Santa Virgen Nina de Capadocia era pariente del Gran Mártir Jorge e hija única de una pareja respetada y sumamente honorable. Su padre, llamado Zabulón, era un jefe del ejército romano, y su madre, Sosana, era hermana del patriarca Juvenal de Jerusalén. Cuando Nina cumplió doce años, sus padres vendieron todas sus posesiones y se mudaron a Jerusalén. Poco después, el padre de Nina fue tonsurado como monje. Se despidió de su familia y se fue a trabajar al desierto del Jordán.
Después de que Sosana fuera separada de su marido, el patriarca Juvenal la ordenó como diaconisa. Sosana dejó a su hija Nina al cuidado de una anciana, Sara Niaphor, quien la crio en la fe cristiana y le contó las historias de la vida de Cristo y su sufrimiento en la tierra. Fue por Sara que Nina se enteró de cómo la Túnica de Cristo había llegado a Georgia ─un país de paganos.
Pronto Nina comenzó a orar con devoción a la Theotokos, pidiendo Su bendición para partir hacia Georgia y hacerse digna de venerar la Túnica Sagrada que había tejido para su amado Hijo. La Santísima Virgen escuchó sus oraciones y se apareció a Nina en un sueño, diciéndole: “Ve al país que fue porción de mi herencia, y predica el Evangelio de nuestro Señor Jesús Cristo. Él hará descender Su gracia sobre ti y Yo seré tu protectora”.
Sin embargo, la bendita Nina se sintió apabullada al pensar en tan gran responsabilidad y respondió: “¿Cómo puedo yo, una mujer frágil, realizar una tarea tan trascendental y cómo puedo creer que ésta visión es real?” En respuesta, la Santísima Madre de Dios le entregó una cruz de vides y proclamó: “¡Recibe ésta cruz como escudo contra los enemigos visibles e invisibles!”.
Cuando despertó, Nina sostenía dicha cruz entre sus manos, la cual se humedeció son sus lágrimas de alegría y ató firmemente con mechones de su propio cabello. (Según otra fuente, la Theotokos misma fue Quien ató la cruz de vides con mechones de su propio cabello).
Nina relató la visión a su tío, el patriarca Juvenal, y reveló su deseo de predicar el Evangelio en Georgia. Juvenal la condujo frente a las Puertas Reales, impuso sobre ella sus manos manos y oró: “Oh Señor, Dios de la eternidad, te suplico en nombre de mi sobrina huérfana: Concédele que, según Tu Voluntad, pueda ir a predicar y proclamar Tu Santa Resurrección. Oh Cristo Dios, sé para ella un guía, un refugio y un Padre Espiritual. Y así como iluminaste a los Apóstoles y a todos los que temían Tu nombre, ilumínala también a ella con la sabiduría para proclamar Tus Buenas Nuevas”.
Cuando Nina arribó a Roma, conoció y otorgó el Santo Bautismo a la princesa Rhipsimia y a su nodriza, Gaiana. En ese momento, el emperador romano era Diocleciano, un infame gobernante conocido por perseguir a los cristianos.
Diocleciano (284-305) se enamoró de Rhipsimia y decidió casarse con ella, pero Santa Nina, Rhipsimia, Gaiana, y otras cincuenta vírgenes escaparon a Armenia. Diocleciano, enfurecido, ordenó a sus soldados que las siguieran y envió un mensajero a Tiridates, el rey armenio (286-344), para que éste quedara en guarda.
El rey Tiridates localizó a las vírgenes y, tal como Diocleciano, quedó encantado con la belleza de Rhipsimia y decidió casarse con ella. Pero Santa Ripsimia no consintió en casarse con él, y en su ira el rey la atormentó hasta la muerte junto con Gaiana y las otras cincuenta vírgenes. Santa Nina, sin embargo, estaba siendo preparada para una tarea diferente y mayor, y logró escapar de las persecuciones del rey Tiridates escondiéndose entre unos rosales.
Cuando finalmente llegó a Georgia, Santa Nina fue recibida por un grupo de pastores de Miskheta cerca del lago Paravani, y recibió la bendición de Dios para predicar a los paganos de esta región.
Con la ayuda de sus conocidos, Santa Nina pronto llegó a la ciudad de Urbnisi. Permaneció allí un mes, luego viajó a Miskheta con un grupo de georgianos que peregrinaban para venerar al ídolo pagano Armazi. Allí vio con gran tristeza como el pueblo georgiano temblaba ante los ídolos. Ella estaba sumamente afligida y oró al Señor: “Oh Señor, envía Tu misericordia sobre ésta nación, para que todas las naciones te glorifiquen a Ti solo, el Único Dios Verdadero, por medio de Tu Hijo, Jesús Cristo”. De pronto, un violento viento comenzó a soplar y cayó granizo del cielo, destrozando las estatuas paganas. Aterrorizados, los adoradores huyeron, dispersándose por la ciudad.
Santa Nina hizo su hogar debajo de una zarza en el jardín del rey, con la familia del jardinero real. El jardinero y su esposa no tenían hijos, pero a través de las oraciones de Santa Nina, Dios les concedió un hijo. La pareja se regocijó sobremanera, declaró a Cristo como el Dios Verdadero y se hicieron discípulos de Santa Nina. Dondequiera que Santa Nina iba, los que la escuchaban predicar se convertían a la fe cristiana en gran número. Santa Nina incluso sanó a la reina Nana, la cual padecía una enfermedad terminal, después de que ella declarara a Cristo como el Dios verdadero.
El rey pagano Mirian no estaba nada complacido con la gran impresión que la predicación de Santa Nina había causado en la nación georgiana. Un día, mientras estaba de cacería, resolvió asesinar a todos los seguidores de Cristo.
Según su perverso plan, incluso su esposa, la reina Nana, se enfrentaría a la muerte por no haber renunciado a la fe cristiana. Pero en medio de la cacería, se oscureció. Solo, el rey Mirian se asustó mucho y oró en vano por la ayuda de los dioses paganos. Cuando sus oraciones quedaron sin respuesta, finalmente perdió la esperanza y, milagrosamente, se volvió a Cristo: “Dios de Nina, ilumina esta noche para mí y guía mis pasos, y proclamaré Tu Santo Nombre. Levantaré una cruz y la veneraré y te construiré un templo. ¡Hago voto de ser obediente a Nina y a la Fe del pueblo romano!”.
Repentinamente, la noche se transfiguró, el sol brilló radiante y el rey Mirian agradeció grandemente al Creador. Cuando retornó a la ciudad, informó inmediatamente a Santa Nina de su decisión. Como fruto de la incesante labor de la Santa Virgen Nina, Igual a los Apóstoles, Georgia se estableció como una nación sólidamente arraigada en la fe cristiana.
Santa Nina reposó en el pueblo de Bodbe en el este de Georgia y, según su testamento, fue enterrada en el lugar donde exhaló su último aliento. Más tarde, el rey Mirian erigió una iglesia en honor a San Jorge sobre su tumba.
REFERENCIAS
Orthodox Church in America. (2023). Saint Nino (Nina), Equal of the Apostles, Enlightener of Georgia. New York, Estados Unidos: OCA.
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