conmemorado el 31 de mayo.

El Santo Mártir Hermías (del gr. Ερμείας, “Ermías”) sufrió por Cristo en la ciudad de Comana de Capadocia durante la persecución del emperador Antonino Pío (138-161). Había formado parte de las tropas del césar desde muy joven edad y rápidamente se distinguió por su valentía, su destreza y su espíritu de lucha, lo cual obtuvo debido a su fe en Jesús Cristo.
Durante el reinado de Marco Aurelio (138-161) estalló una gran persecución contra los cristianos. San Hermías se contó entre los primeros en ser aprehendidos, siendo ignorados sus grandes servicios a la nación y su honorable edad. Fue llevado ante el Duque Sebastián, quien se encontraba en Capadocia para aprehender a los seguidores de Cristo, instó al Santo a ofrecer sacrificio a los dioses paganos, prometiéndolo honores y la misericordia del emperador. Inquebrantable e inmutable, el Santo Anciano Soldado, confesó sin temor su fe en Cristo, negándose a traicionar a su Señor ofreciendo sacrificio a los ídolos paganos. Con la dulzura que lo caracterizaba, respondió a la solicitud del tirano: “Sería muy absurdo, respetado señor, abandonar la luz y preferir la oscuridad, abandonar la verdad y abrazar la mentira, renunciar a la vida y preferir la muerte. Sería absurdo al final de mi vida perder éstos preciosos bienes”.
Después de una larga exhortación, el Duque ordenó torturar al Santo. Primero golpearon su rostro, luego cortaron su piel y finalmente arrancaron sus dientes. Después lo arrojaron a un horno de leña. Cuando fue abierto el horno tres días después, con la intervención y con la gracia de Dios, el Santo salió sano y salvo de aquel terrible tormento.
El gobernador Sebastián ordenó al hechicero Marus que envenenara a san Hermías con una poción. La venenosa pócima no hizo daño al Santo. Una segunda copa conteniendo un veneno más fuerte todavía tampoco logró acabar con la vida del santo. El hechicero creyó en Cristo Salvador y fue inmediatamente decapitado. San Marus fue bautizado con su propia sangre y recibió la corona de mártir.
San Hermías fue sometido a torturas aún más terribles. Rastrillaron su cuerpo con instrumentos afilados, lo arrojaron en aceite hirviendo y sacaron sus ojos, pero él dio gracias al Señor Jesucristo. Luego suspendieron al Mártir cabeza abajo. Durante tres días estuvo colgado en tal posición.
Aquellos enviados por el gobernador para verificar su muerte lo encontraron con vida. Asombrados por el milagro, quedaron cegados por el temor y comenzaron a llamar al Santo para que los ayudara. El Santo Mártir ordenó a los ciegos que se acercaran a él y los sanó en el Nombre de Jesús Cristo.
Enfurecido, el gobernador ordenó que se desollara la piel del cuerpo del Santo, pero éste permaneció con vida. Luego, el enloquecido Sebastián lo decapitó con su propia espada. Los cristianos enterraron el cuerpo del Mártir Hermías secretamente, cuyas reliquias otorgaron numerosas curaciones.
Más tarde, los cristianos enterraron secretamente el cuerpo del Santo Mártir Hermías, cuyas reliquias obrarían numerosas curaciones.
REFERENCIAS
La Ortodoxia es la Verdad. (2024). San Hermías y el Santo Mártir Mago que le dio Veneno y que Creyó. Atenas, Grecia: https://laortodoxiaeslaverdad.blogspot.com
Orthodox Church in America. (2023). Martyr Hermias at Comana. New York, Estados Unidos: OCA.
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