conmemorado el 04 de febrero.

El Venerable Cirilo de Novoezezrsk (ru. Кирилл Новоезерский) nació en una familia piadosa. El Señor lo señaló como uno de los elegidos aún antes de su nacimiento. La madre de Cirilo oraba en la iglesia durante la Divina Liturgia, y el niño en su vientre gritó: “¡Santo, Santo, Santo, Señor Sabaoth!”.
Desde su infancia, el Santo amó la soledad y la oración, y anhelaba la vida monástica. A los quince años de edad, Cirilo abandonó en secreto la casa paterna con la intención de ingresar en el Monasterio de las Grutas de Pskov. Desconocía el camino hacia el Monasterio y no llevó nada consigo para el viaje. Siguió su camino, poniendo su entera confianza en el Señor y Su Purísima Madre. A veinte verstas (poco más de veintiún kilómetros) de la ciudad, el joven encontró a un admirable Anciano monje, que lo condujo al Monasterio. Al partir, lo bendijo con las palabras: “Que Dios te bendiga, hijo mío, y te conceda el esquema angelical, y que seas un vaso elegido del Espíritu Divino”. Habiendo dicho ésto, el Anciano se tornó invisible. El muchacho se dio cuenta de que se trataba de un mensajero de Dios y agradeció al Señor.
El abad san Cornelio (20 de febrero) vio con su clarividente mirada la gracia manifestada en el joven. Lo proporcionó gran orientación y lo tonsuró en el esquema monástico con el nombre de Cirilo. El monje de quince años asombró a los hermanos con sus esfuerzos. Adelgazó la carne merced al ayuno y la oración y cumplió celosamente las obediencias. Día y noche estaba dispuesto a estudiar la Palabra de Dios. Aún entonces pensaba concluir sus días en soledad en el desierto.
Sus padres lo lloraron como a un difunto, pero un día un anciano del Monasterio de san Cornelio se acercó a ellos y les contó sobre su hijo y su vida en el Monasterio. La alegre noticia confirmó en la madre de Cirilo su amor por Dios. Habló con su esposo sobre dejar al Monasterio su parte de la herencia, luego partió de éste mundo y se convirtió en monja con el nombre de Elena. Poco tiempo después, durmió en paz.
El padre del Santo arribó al Monasterio y el higúmeno Cornelio convocó a Cirilo para que se reuniera con él. El Santo estaba preocupado, pero no se atrevió a desobedecer al higúmeno y se postró a los pies de su padre, implorando perdón por haber abandonado su hogar en secreto. El padre perdonó a su hijo y permaneció en el Monasterio. San Cornelio lo tonsuró con el nombre de Barsanufio y lo entregó a san Cirilo, su hijo, para su instrucción.
Tres años después, durmió pacíficamente en el Señor. Su hijo continuó trabajando con más fervor por el Señor, desdeñando su propia voluntad y obedeciendo no solo al higúmeno, sino también a los hermanos. Ansiaba recorrer toda la tierra rusa, venerando sus santuarios sagrados y hallar un sitio desierto para vivir en silencio. Con la bendición de san Cornelio, san Cirilo abandonó el Monasterio en el que se había fortalecido espiritualmente y se dirigió a las regiones costeras, vagando por los bosques y los lugares salvajes, comiendo raíces de árboles y bayas. El Santo pasó veinte años en éste arduo errar, recorriendo las afueras de Moscú, Nóvgorod y Pskov, pero jamás entró en ninguna casa ni aceptó limosna. Vagaba durante el día y pasaba las noches rezando en los pórticos de las iglesias y asistía a los servicios divinos.
Una vez, mientras oraba, san Cirilo vio una luz celestial indicándolo la dirección donde debía fundar un Monasterio. Se puso en camino de inmediato y, al arribar al Monasterio de Tikhvin, pasó allí tres días y tres noches en oración incesante a la Santísima Theotokos. La Madre de Dios se le apareció en un sueño. Ella, mostrándole su aprobación, le dijo: “Mi siervo Cirilo, agradable a la Santísima Trinidad, ve a la región oriental del Lago Blanco, y el Señor, Mi Hijo te mostrará el lugar de descanso para tu vejez”.
El Santo se dirigió al Lago Blanco, llorando abundantemente ante la visión milagrosa. En el lago vio una pequeña isla, desde la cual se elevaba hacia el cielo una columna de fuego. Allí, bajo un abeto centenario, san Cirilo erigió una choza y luego instaló dos celdas: una para él y la otra para los futuros hermanos. El ermitaño también construyó dos pequeñas iglesias, una en honor de la Resurrección de Cristo y la otra en honor de la Madre de Dios Odighitria (gr. Ὁδηγήτρια, “la Conductora”, “la que muestra el camino”). Soportó muchas tentaciones de enemigos invisibles y vagabundos ociosos, pero todo lo superó con valiente resistencia e incesante oración. La noticia de su santa vida se difundió por todas partes y los hermanos se reunieron a su alrededor.
Hubo muchos casos de curación por sus oraciones, y el Señor también lo concedió el don de la presciencia. Sintiendo su fin inminente, san Cirilo convocó a los hermanos. Con lágrimas de humildad, el Santo instruyó a sus hijos espirituales una última vez, hasta que su voz se acalló. Durante un largo tiempo permaneció en silencio, pero de pronto gritó con fuertes sollozos: “Voy al Señor a la vida eterna, pero los encomiendo a Dios Verbo y Su Gracia, otorgando una herencia y santificación a todos. Que los ayude. Pero los suplico que no se tornen negligentes en el ayuno y la oración, guárdense de las trampas del Enemigo, y el Señor en Su inefable misericordia no condenará su humildad”.
Dicho ésto, el Santo dio un último beso a los hermanos, recibió los Santos Misterios, se santiguó con la Señal de la Cruz, y pronunció las palabras “¡Gloria a Dios por todo!”. Entregó su alma pura al Señor el día 4 del mes de febrero del año 1532.
REFERENCIAS
Orthodox Church in America. (2025). Venerable Cyril the Wonderworker, Abbot of Novoezersk, Novgorod. New York, Estados Unidos: OCA.
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