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VENERABLE JUAN EL ILUMINADOR

conmemorado el 4 de octubre.


Lo que se conoce acerca del Venerable Juan el Iluminador (gr. Ιωάννης ο Λαμπαδιστής, del gr. λαμπάδα, “vela”, “luz”, “antorcha”; transliterado: “portador de la vela”) proviene de un manuscrito perdido en el año 1640, escrito por un sacerdote llamado Sabas del pueblo de Agios Theodoros Agrou (San Teodoro de Agros).

El trabajo fue copiado por el monje Kyrillos del Monasterio de Stavrovouni en 1903. El manuscrito comprende la vida de los lampadistas y la oración dicha en la iglesia en su fiesta el 4 de octubre. Fue publicado por primera vez en el año 2003 por la metrópoli de Morphou, en cuya jurisdicción se encuentra el Monasterio de Lampadistís, y se utiliza aquí como la principal fuente histórica, junto con el testimonio del sacerdote Kalopanayiotis, el padre Andreas.

Juan tomó su nombre santificado de su lugar de nacimiento Lampadis, un pueblo ahora extinto en algún lugar entre los pueblos de montaña de Galata y Kakopetria. Fue el último descendiente de Papa-Kyriakós, el sacerdote de la aldea, y su esposa Anna, que vivieron en tiempo del arzobispo Nicéforo.

Cuando Juan era un niño, su padre lo envió a aprender a leer y escribir a través del estudio de las Sagradas Escrituras, y la asombrosa aptitud que demostrara sería una indicación temprana de cuál sería su verdadera vocación.

Cuando llegó a una edad madura, sus padres decidieron que era hora de encontrarle una buena chica de un pueblo cercano para casarse. No se sabe mucho acerca de la prometida de Juan, pero sus futuros suegros resultaron ser perversos.

Por razones no inscritas en el manuscrito, sus suegros sirvieron al muchacho prometido peces envenenados, lo cual lo hizo perder la vista. Luego convocaron a su padre para que se llevara a su hijo porque ya no era del potencial matrimonial adecuado. Uno puede entender bien el dolor y el sufrimiento de la gente pobre de la aldea al ver a su hijo brillante en un estado tan lamentable. Sin embargo, Juan no parecía compartir su dolor. Su ceguera del cuerpo había abierto su visión del espíritu y pasaba sus días en oración. Incluso daba la mayor parte del alimento provisto por sus padres a los pobres, guardando apenas lo suficiente para sostenerse.

En otra fuente en griego, a san Juan y su prometida se les describe con mayor detalle. San Juan (que tenía 18 años en aquel tiempo), al ser presionado para casarse, pero también atraído para servir a Cristo, no estaba seguro de qué hacer, se arrodilló y oró por la iluminación divina. En éste punto, escuchó una voz en su interior, diciendo: “El que ama a padre o madre más que a mí no es digno de mí; y el que ama a hijo o hija más que a mí no es digno de mí. Y el que no toma su cruz, y me sigue, no es digno de mí” (Mt 10: 37-38).

Se apresuró a compartir su deseo de vivir en virginidad con la joven con la que estaba comprometido. Sin embargo, ella no deseaba compartir ésta vida, por lo que su compromiso se disolvió. Ésto enfureció a los padres de la joven y comenzaron a envenenar a san Juan, quien luego perdió la vista.

Vivió así durante doce años, hasta el día en que vio acercarse su fin y convocó a su criado doméstico, también llamado Juan. Le dijo a Juan que entregaría su alma al Señor al día siguiente al mediodía, y pidió un racimo de uvas de la nueva cosecha de su padre.

El criado se encontró en una posición difícil. Era impensable que alguien cortara incluso una sola uva de la viña antes de que Papa-Kyriakós hubiera estado allí para bendecirla. Pero Juan insistió, diciéndole a su homónimo que no temiera. Éste último cedió y trajo un suculento racimo de uvas frescas a Juan, quien rezó una oración y comenzó a comer.

Cuando su padre lo vio, estaba furioso por lo que consideraba irreverencia y abofeteó a su hijo ciego en la cara. Juan silenciosamente devolvió el racimo al criado y le dijo que lo devolviera al lugar de donde lo había tomado.

El sirviente nuevamente obedeció y, para su sorpresa, el racimo de uvas se unió a la vid exactamente en el lugar desde donde fue cortada. (Desde ese día, los racimos de uva tienen un punto nudoso sensible en el que se separan fácilmente de la planta). Cuando el criado volvió a contarle lo sucedido, Juan Lampadistís había dormido en el Señor.

La fuente griega coloca ésta historia en la juventud de San Juan. San Juan recogió las uvas para mostrar a su padre la bendición divina de la cosecha, pero su padre pensó que tenía la intención de comerlas antes de que fueran bendecidas el 6 de agosto (día de la Transfiguración de Cristo) y lo castigó y abofeteó injustamente.

Entonces san Juan fue y devolvió las uvas, que milagrosamente se unieron a la vid.

Después de que Juan fue enterrado, la gente vio luz irradiando de su tumba. Informaron a su padre, quien lo descartó diciendo que no se trataba sino de la luz de las velas.

Pero se corrió la voz y personas aquejadas de distintas enfermedades corporales y espirituales llegaron a la aldea, diciendo que estaban buscando el cuerpo de Juan para venerarlo y curarse. Cuando Papa-Kyriakós vio que nada podía disuadirlos, aceptó abrir la tumba de su hijo. Encontraron sus reliquias, pero su corazón fue preservado “como un higo seco”. Los enfermos fueron curados y luego se decidió depositar los restos de Juan en la Iglesia de San Herakleidios en Kalopanayiotis.

 

 

REFERENCIAS

La Ortodoxia es la Verdad. (2024). San Juan Lambadistís. Atenas, Grecia: https://laortodoxiaeslaverdad.blogspot.com

 

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