conmemorada el 07 de agosto.
La Venerable Teodora (gr. Θεοδώρα) de Sihla, una de las más grandes ascetas rumanas, nació en el pueblo de Vânatori, en el condado de Neamts, en la primera mitad del siglo XVII, y fue una de las dos hijas de Ştefan Joldea y su esposa.
En su juventud, Santa Teodora vivió una gran prueba en el seno de su familia. Su hermana, Marghiolitsa, sucumbió trágicamente. Éste acontecimiento afectó profundamente a la Santa. En ese momento, la idea de abandonar el mundo floreció en su corazón. Deseaba hacer penitencia por sus padres, por su hermana y por ella misma. Sin embargo, sus afligidos padres no estuvieron de acuerdo con su decisión, porque ahora Teodora era su única hija. Le suplicaron y, en el momento oportuno, la casaron con un joven que trabajaba en su barrio y que asiduamente acudía a venerar los lugares sagrados. Después de contraer un matrimonio legítimo, vivieron juntos en la casa de su esposo.
Como Santa Teodora y su marido no tenían hijos, ambos decidieron ingresar en los Monasterios del valle de Buzau. Su marido fue al Skete de Poiana Mărului, donde fue tonsurado con el nombre de Eleuterio. También fue hallado digno de la ordenación al santo sacerdocio. Santa Teodora también recibió la tonsura monástica en el Skete de Poiana Mărului. En pocos años, creció en la obediencia, la oración y el ascetismo, adquiriendo la gracia de la oración incesante del corazón. Asimismo, soportó grandes tentaciones del Enemigo.
Cuando el valle de Buzau fue invadido por los turcos, Santa Teodora huyó a las montañas con su Madre Espiritual, la Esquemamonja Paisia. Por largos años vivieron en ayuno, vigilia y oración, soportando el frío, el hambre y otras pruebas del diablo.
Cuando su madre espiritual durmió en el Señor (en algún momento entre los años 1670 y 1675), Santa Teodora fue conducida por Dios a las montañas de Neamț. Después de venerar el Icono de la Madre de Dios de Neamț (26 de junio) en el Monasterio, se la instruyó para buscar el consejo del Hieromonje Barsanufio de Sihăstria Skete. Al advertir su anhelo de vida eremítica y reconocer sus grandes virtudes, la dio la Sagrada Comunión y la asignó al Hieromonje Pablo como su padre confesor y guía espiritual.
El padre Barsanufio aconsejó a la Venerable Madre Teodora que partiera para vivir sola en el desierto durante un año. “Si, por la gracia de Cristo, eres capaz de soportar las dificultades y pruebas del desierto, entonces permanece allí hasta el tiempo de tu muerte. Sin embargo, si no puedes soportarlo, ve a un Monasterio de mujeres y lucha allí con humildad por la salvación de tu alma”.
El padre Pablo buscó en vano una ermita abandonada donde pudiera vivir la Santa. Entonces se encontraron con un anciano ermitaño que vivía bajo los acantilados de Sihla. Éste anciano clarividente los saludó, diciendo: “Madre Teodora, permanezca en mi celda, porque me voy a mudar a otra ermita”.
El padre Pablo dejó a la monja en el monte Sihla, bendiciéndola antes de volver a la Skete de Sihăstria. La Venerable Teodora vivió en esa celda durante treinta años, glorificando a Dios. Fortalecida con el poder de lo alto, venció todos los ataques del Enemigo con paciencia y humildad. Jamás abandonó la montaña y nunca vio a otra persona sino al padre Pablo, quien la visitaba de vez en vez para traerla los Misterios Inmaculados de Cristo y los suministros que necesitaba para sobrevivir.
Santa Teodora hizo tal progreso en el ascetismo que pudo permanecer en vigilia toda la noche con los brazos levantados hacia el cielo. Cuando el sol de la mañana acariciaba su rostro, tomaba algunas hierbas y otras plantas para romper el ayuno. Bebía el agua de lluvia que recogía de un canal excavado en el acantilado, que todavía se conoce como el manantial de Santa Teodora. Después del descanso del padre Pablo, quedó únicamente al cuidado de Dios.
Cuando los turcos atacaron los pueblos y Monasterios alrededor de Neamts, los bosques se llenaron de gente de los pueblos cercanos y refugiados de los Monasterios. Algunas monjas descubrieron la celda de Santa Teodora y ella les dijo: “Permanezcan aquí en mi celda, porque tengo otro sitio de refugio”. Luego se mudó a una cueva cercana, donde vivió completamente sola. Por la noche descansaba un poco sobre las losas, que aún se pueden ver hasta el día de hoy. Un ejército de turcos descubrió la cueva y estuvo a poco de asesinar a la Santa. Levantando las manos, gritó: “Oh Señor, líbrame de las manos de éstos asesinos”. La pared de la cueva se abrió y pudo escapar hacia el bosque.
Cuando Santa Teodora envejeció, fue completamente olvidada y no hubo nadie que cuidara de ella. Depositando su entera esperanza en Dios, perseveró en sus luchas espirituales y alcanzó grandes alturas de perfección. Cuando oraba, su mente se elevaba al cielo y su cuerpo se elevaba del suelo. Como los grandes Santos de tiempos antiguos, su rostro brillaba con una luz radiante y una llama salía de su boca cuando oraba.
Con el tiempo, sus ropas se tornaron en simples harapos y, cuando se acabó el alimento, los pájaros la alimentaron, como al profeta Elías (20 de julio). El pan que la trajeron provenía de la Skete de Sihăstria. Al ver que los pájaros llegaban a la Skete y luego se alejaban volando con trozos de pan en el pico, el Higúmeno envió a dos monjes para que los siguieran, pensando que allí vivía algún asceta y que Dios le estaba proporcionando alimento. Cayó la noche mientras caminaban hacia Sihla y se perdieron en el bosque. Decidieron esperar a que amaneciera y comenzaron a orar. Uno de ellos trepó a un árbol y buscó un lugar donde pudiera estar viviendo alguien. De repente, vieron una luz brillante que se elevaba hacia el cielo y fueron a investigar. Al acercarse, vieron a una mujer que brillaba con luz y levitaba sobre el suelo mientras oraba.
Al percibir su presencia, Santa Teodora dijo: “Hermanos, no teman, porque soy una humilde sierva de Cristo. Tírenme algo para ponerme, porque estoy desnuda”. Los monjes se sorprendieron cuando se dirigió a ellos por su nombre. Luego oró: “Te doy gracias, Señor, por haberme escuchado”. Dijo a los monjes: “Hermanos, he vivido muchos años en estas partes y, he aquí, han pasado cuarenta días desde que oré para que Dios me enviara un Confesor que viniera a impartirme los Santos Misterios de nuestro Señor Jesucristo, porque es casi la hora de que parta de ésta vida. Así que, por favor, vayan directamente a la Skete y pidan al padre Higúmeno que mañana por la mañana me envíen al padre Antonio y al Hierodiácono Lorenzo con la Sagrada Comunión”.
Le preguntaron cómo podrían encontrar el camino a Skete por la noche, ya que no conocían el camino. Ella dijo que serían conducidos hasta la Skete por una luz que iría delante de ellos.
Al día siguiente, al amanecer, el padre Antonio se dirigió a Sihla con el diácono y otros dos monjes. Cuando encontraron a Santa Teodora, estaba orando junto a un abeto frente a su cueva. Su Confesión refirió toda su vida al padre Antonio, y luego recibió los Santos Misterios de Cristo y entregó su alma a Dios. Sus últimas palabras fueron: “Gloria a Dios por todas las cosas”. Los monjes enterraron a Santa Teodora en su cueva con gran reverencia en algún momento durante la primera década del siglo XVIII.
La noticia de su reposo se difundió rápidamente y la gente acudió de todas partes para venerar su tumba. Sus reliquias sagradas permanecieron incorruptas y ante ellas se produjeron numerosos milagros. Algunos besaron las reliquias, otros tocaron el relicario y otros se lavaron en su manantial. Todos los que pidieron la intercesión de Santa Teodora recibieron curación y consuelo.
El esposo de Santa Teodora, el Hieromonje Eleuterio, se enteró de que ella había estado viviendo en Sihla y decidió ir allí. Encontró su cueva poco después de su reposo y sepultura. Afligido por su amada esposa, Eleuterio no retornó a su monasterio, sino que se hizo una pequeña celda debajo de los acantilados de Sihla. Permaneció cerca de su cueva en ayuno, oración, y sirviendo la Divina Liturgia. Vivió allí unos diez años antes de su bendito reposo. Fue enterrado en el cementerio de los eremitas y sobre su tumba se construyó la Skete de San Juan Bautista.
Las reliquias de Santa Teodora fueron trasladadas al Monasterio de las Cuevas de Kiev entre los años 1828 y 1834. Allí se la conoce como Santa Teodora de los Cárpatos. Nuestra Venerable Madre Teodora fue glorificada por la Iglesia Ortodoxa Rumana el 20 de junio de 1992.
La inscripción del pergamino de Santa Teodora dice: “La vida es bendita para quienes están en el desierto mientras vuelan en las alas del amor divino” (Maitines dominicales, Himno de los grados, primera Antífona).
REFERENCIAS
Orthodox Church in America. (2024). Saint Theodora of Sihla. New York, Estados Unidos: OCA.
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