conmemorado el 09 de junio de 2024.
Hoy, domingo, 09 de junio de 2024, Sexto Domingo de Pascua, la Iglesia de Cristo conmemora la curación del hombre ciego de nacimiento.
Al final del capítulo 8 del Evangelio según San Juan, el Salvador estaba disputando con los fariseos en el Templo durante la Fiesta de los Tabernáculos. Él les dijo: “Abraham, vuestro padre, se regocijó pensando en ver mi día; lo vio y se alegró” (Jn 8:56). Los judíos decían que Jesús no tenía ni cincuenta años, ¿cómo ─entonces─ podía afirmar haber visto a Abraham? Jesús les dijo: “De cierto, de cierto os digo: Antes que Abraham fuese, yo soy” (Jn 8:58). Yo soy, por supuesto, es el nombre que Dios reveló a Moisés en la Zarza Ardiente. Cuando los judíos recogieron piedras para tirárselas, “pero Jesús se ocultó y salió del templo” (Jn 8:59).
En el Evangelio según San Juan (9:1) leemos: “Pasando vio a un hombre ciego de nacimiento”. Podría parecer que Jesús estaba en camino hacia algo o alguien más, pero en su Comentario al Evangelio según San Juan, el siempre memorable Arzobispo Dmitri de Dallas, cita, de la Homilía LVI de san Juan Crisóstomo: “que al salir del Templo, Él procedió intencionalmente a la obra, se desprende de ésto: fue Él quien vio al ciego, y no el ciego quien vino a Él”. Los discípulos de Cristo preguntaron, diciendo: “Rabbí, ¿quién pecó, éste o sus padres, para que naciera ciego?” (Jn 9:2). Jesús respondió: “Ni pecó éste, ni sus padres; sino para que se manifiesten en él las obras de Dios” (Jn 9:3).
Se pensaba que una persona que padeciera alguna aflicción debía haber pecado (o bien, lo habrían hecho sus padres), para merecer tal castigo. En el Libro del Éxodo (20:5), Dios dijo que visitaría “la iniquidad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación”. Ésto, sin embargo, se aplicaba al pecado de idolatría, si los hijos emulaban el proceder de sus padres.
El hombre no nació ciego solo para que se pudiera obrar el milagro, sino que, al ver al hombre en tal condición, el Señor decidió obrar en él de una manera que manifestaría la gloria de Dios, diciendo: “Es preciso que yo haga las obras del. Que me envió mientras es de día; venida la noche, ya nadie puede trabajar” (Jn 9:4). Aquel que es la Luz del mundo sanó al ciego y lo iluminó. Dar vista a los ciegos era una de las señales que identificarían al Mesías (Mt 11:4-6).
El Señor hizo barro cuando escupió en la tierra, y lo unto en las cuencas vacías de los ojos del hombre y lo envió al estanque de Siloé para que se lavara. La mayoría de las versiones del Evangelio traducen la palabra επεθηκεν como “ungido”, pero también puede significar “esparcir” o “embadurnar”. Siloé significa “enviado”, y en el Evangelio según san Juan, nuestro Señor Cristo menciona cerca de cuarenta veces que Él mismo había sido enviado por el Padre.
Ésta forma de curación nos recuerda la forma en que Dios creó al hombre formándolo del polvo de la tierra. En el Antiguo Testamento Dios creó al hombre del polvo de la tierra, ahora Cristo, Dios mismo, modela los ojos del barro y los coloca en las cuencas vacías del ciego. Aquí hay algunas citas del Pentecostés:
En el Ikos de Maitines: “Recibe así los ojos físicos como los del alma”.
En los Versos del Sinaxario: “Oh Dador de la luz. Quien es Luz que surge de la Luz; Tú diste ojos al hombre que era ciego de nacimiento, oh Verbo”.
En el segundo Exapostilarion: “En el camino, el Salvador encontró a un hombre que no tenía ni vista ni ojos”.
En las Vísperas del Lunes (Stikheron de la Fiesta) cantamos: “Con toda su alma, mente y lengua, el hombre que en tiempos no muy lejanos había sido ciego, confesó a Aquel que le había hecho ojos con saliva y barro…”
San Teofilacto dice en su Comentario que “Jesús nuestro Señor modeló todos los miembros del cuerpo del ciego excepto los ojos, que omitió. Curándolos ahora, completa el acto divino de crear y demuestra que Él es el Creador”.
Jesús prueba la fe del ciego enviándolo al estanque de Siloé. Respeta la libertad del hombre, pero pide su participación voluntaria y libre en el milagro. El ciego, con fe, obedece el mandato de Dios. Va y se lava en la piscina, y vuelve viendo.
Sin embargo, la vida del otrora ciego no se hizo más fácil. Se convierte en objeto de la impiedad y aversión de los escribas y fariseos, que creían en Dios y en la observancia de su ley. Ellos mismos eran ciegos, pero desconfiaban del quien antes fuera ciego, imaginando que solo fingía ser ciego y ahora podía ver. “Se cegaron voluntariamente por la letra oscura de la Ley, en la que resplandece Cristo, el Sol resplandeciente” (Cuarto Stikheron, Vísperas del Domingo del Ciego de Nacimiento).
Interrogaron al ciego de nacimiento, pero al ver el milagro ante sus ojos, en lugar de creer, cerraron los ojos de sus almas. Luego los padres del hombre fueron interrogados. Tuvieron miedo de confirmar el milagro obrado en su hijo que nació ciego, porque no querían ser expulsados de la sinagoga. Intentaron evitar problemas ocultando la verdad. Por lo tanto, dijeron: “¡Edad tiene, pregúntenle!”.
Los que recibimos beneficios de Dios todos los días nos avergonzamos o tenemos miedo de confesar a Dios por nuestra falta de confianza. Ponemos nuestros propios intereses por encima de Dios, ¡sabiendo que Él nos entenderá! Él nos entenderá, pero también verá nuestra fe y las prioridades que guardamos en nuestra vida. Cristo verá qué “dioses” hemos puesto en Su lugar, pero no dejará de recordarnos que Él es la luz del mundo.
El ciego fue sanado, no sólo en los ojos del cuerpo, sino asimismo en los del alma. Reconoce a Jesús como Dios, y no duda en confesarlo ante los gobernantes religiosos con el valor que muchos de nosotros envidiaríamos. La fe sola no es suficiente, también necesitamos confesar nuestra fe para convertirnos en verdaderos hijos de Dios. Cuando confesemos a Cristo delante de los hombres, Él nos confesará delante de su Padre, como el Señor nos ha prometido: “Pues a todo el que me confesare delante de los hombres, yo también le confesaré delante de mi Padre, que está en los cielos. Pero a todo el que me negare delante de los hombres, yo le negaré también delante de mi Padre, que está en los cielos” (Mt 10:32).
REFERENCIAS
Orthodox Church in America. (2023). Sunday of the Blind Man. New York, Estados Unidos: OCA.
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