FIESTA DE LA SANTA TRANSFIGURACIÓN DE NUESTRO SEÑOR, DIOS Y SALVADOR JESUCRISTO.
- monasteriodelasant6
- 6 ago
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conmemorada el 06 de agosto.

LA TRANSFIGURACIÓN.
Tratado 54 A del Bienaventurado Cromacio de Aquileya, Acerca de la Transfiguración de nuestro Señor, Dios y Salvador, Jesucristo.
Se transfiguró pues el Señor delante de ellos, y resplandeció su rostro como el sol y sus vestidos se hicieron blancos como la nieve. Después de muchos signos del poder divino, cuando ya los discípulos creían con fe perfecta, les mostró en el monte la gloria de su esplendor. En efecto, era necesario mostrar algo más a los discípulos que al pueblo. Pues se mostraba al pueblo como Dios por las obras, a los discípulos sin embargo hasta por el aspecto de la majestad divina. Los ojos todavía débiles y carnales del pueblo no podían soportar la vista del mismo esplendor divino, ya que no fueron capaces de soportarla ni los mismos discípulos, que ya estaban probados por la fe. En fin, también sucedió así antaño, cuando Moisés subía al monte, mientras el pueblo no fue ni siquiera capaz de escuchar la voz del Señor y dijo a Moisés: Que no nos hable Dios, no sea que muramos; a Moisés sin embargo se le mostró incluso la gloria de la majestad. Sin duda que la gloria del Señor se mostró antaño a Moisés en el monte y ahora a los apóstoles, pero no tan grande como es en aquella naturaleza divina e invisible, sino cuanta pueden contener los ojos todavía mortales. Además, cuando antaño pidió Moisés que el Señor le mostrara su gloria, le dijo: Verás mis espaldas, pero mi rostro no lo verás; pues no puede el hombre ver mi rostro y seguir vivo. Por tanto a Moisés se le mostró, no tanto cuanto era Dios, sino cuanto podía recibir Moisés. Y en verdad, si al poner nuestros ojos en la figura de este sol nuestro no podemos soportar su fulgor ni sus rayos, cuánto más no podrán soportar los ojos mortales la vista de aquella majestad divina. Y ciertamente que vemos la luz del sol, pero no podemos soportar el fulgor mismo de sus rayos. Lo mismo el Hijo de Dios, que es el sol de justicia, mostró a los apóstoles el esplendor de su majestad, pero no su misma naturaleza, que no puede ser vista en su totalidad por los ojos mortales. Finalmente se dijo: Resplandeció su rostro como el sol. Pues como la claridad del sol no puede compararse en nada al creador, es manifiesto que el Señor mostró a los apóstoles, como dijimos, tanto cuanto podían contener los ojos mortales de los apóstoles. Pues por esto el Hijo de Dios, bajando del cielo, recibió la naturaleza humana carnal: porque no podían soportar [su vista] en el esplendor de su divinidad. Es, en efecto, el sol de justicia, según lo que está escrito de El: Pero a vosotros que teméis su nombre os nacerá un sol de justicia, y la salud está en sus alas. Este sol de justicia, para poder ser visto, recibió un cuerpo humano, como si fuera una nube, según lo que se dijo: He aquí que el Señor vendrá sobre una nube ligera. Aquí, ¿en qué nube se anunciaba que vendría el Señor, que es sin duda el sol de justicia, sino en la nube del cuerpo humano, por la que tapó la vista de la claridad divina? Pero así como el sol se cubre con una nube y, aunque no veamos cuan grande es, permanece sin embargo inmutable en su naturaleza; así también el Hijo de Dios, aunque haya cubierto su claridad con la nube del cuerpo humano, sin embargo no deja de permanecer en la gloria de su divinidad.





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