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NUESTRO VENERABLE PADRE SAN MÁXIMO EL CONFESOR

conmemorado el 21 de enero.


San Máximo el Confesor nació en Constantinopla alrededor del año 580 y en el seno de una piadosa familia cristiana. Recibió una educación excelente, estudiando filosofía, gramática y retórica. Conocía los autores de la antigüedad y también dominaba la filosofía y la teología. Cuando san Máximo entró al servicio del gobierno, se convirtió en primer secretario (asekretis) y principal consejero del emperador Heraclio (611-641), quien quedó impresionado por su conocimiento y virtuosa vida.


San Máximo pronto percató de que el emperador y muchos otros habían sido corrompidos por la herejía monotelita, la cual se estaba extendiendo rápidamente por Oriente. Renunció a sus deberes en la corte y fue al monasterio de Crisópolis (en Skutari, en la orilla opuesta del Bósforo), donde recibió la tonsura monástica. Merced a su humildad y sabiduría, pronto se ganó el amor de los hermanos y fue elegido Higúmeno del monasterio después de unos años. Incluso en esta posición, continuó siendo un monje sencillo.


En 638, el emperador Heraclio y el patriarca Sergio trataron de minimizar la importancia de las diferencias en las creencias y emitieron un edicto, la “Ekthesis” (“Ekthesis tes pisteos” o “Exposición de la fe”), que decretaba que todos debían aceptar la enseñanza de una sola voluntad en las dos naturalezas del Salvador. Al defender la Ortodoxia contra la “Ekthesis”, san Máximo conversó con personas en ocupaciones y posiciones diversas, y estas conversaciones fructificaron. No sólo el clero y los obispos, sino también el pueblo y los funcionarios seculares sentían hacia él una especie de atracción invisible, como leemos en su Vida.


Cuando san Máximo vio la agitación que la dicha herejía causaba en Constantinopla y en Oriente, decidió abandonar su monasterio y buscar refugio en Occidente, donde el monotelismo había sido completamente rechazado. En el camino, visitó a los obispos de África, fortaleciéndolos en la ortodoxia y animándolos a no dejarse engañar por los arteros argumentos de los herejes.


El Cuarto Concilio Ecuménico había condenado la herejía monofisita, que enseñaba falsamente que en el Señor Cristo Jesús existía una sola naturaleza (la divina). Influidos por esta opinión errónea, los herejes monotelitas decían que en Cristo había una sola voluntad divina (“thelema”) y una sola energía divina (“energia”). Los adeptos al monotelismo buscaban volver por otra vía a la repudiada herejía monofisita. El monotelismo encontró numerosos adeptos en Armenia, Siria y Egipto. La herejía, avivada también por animosidades nacionalistas, se convirtió en una seria amenaza para la unidad de la Iglesia en Oriente. La pugna de la ortodoxia con la herejía fue particularmente difícil porque en el año 630 tres de los tronos patriarcales en el Oriente ortodoxo estaban ocupados por monotelitas: Constantinopla por Sergio, Antioquía por Atanasio y Alejandría por Ciro.


San Máximo viajó desde Alejandría a Creta, donde comenzó su obra de predicación. Disputó allí con un obispo, que se adhirió a las opiniones heréticas de Severo y Nestorio. El Santo pasó seis años en Alejandría y sus alrededores.


El patriarca Sergio murió a fines de 638, y el emperador Heraclio expiró en 641. El trono imperial fue ocupado por su nieto Constancio II (642-668), un abierto partidario de la herejía monotelita. Se intensificaron los ataques de los herejes contra la ortodoxia. San Máximo marchó hacia Cartago y predicó allí durante cinco años. Cuando el monotelita Pirro, sucesor del patriarca Sergio, arribó allí después de huir de Constantinopla a causa de las intrigas de la corte, él y san Máximo pasaron muchas horas discutiendo. Como resultado, Pirro reconoció públicamente su error y se le permitió conservar el título de “Patriarca”. Incluso escribió un libro confesando la fe ortodoxa. San Máximo y Pirro viajaron a Roma para visitar al Papa Teodoro, quien recibió a Pirro como Patriarca de Constantinopla.


En el año 647 San Máximo volvió a África. Allí, en un concilio de obispos, el monotelismo fue condenado como herejía. En 648, se emitió un nuevo edicto, encargado por Constante y compilado por el patriarca Pablo de Constantinopla: el “Typos” (“Typos tes pisteos” o “Patrón de la fe”), que prohibía cualquier otra disputa sobre la unidad-dualidad de voluntades en el Señor Jesús Cristo. San Máximo luego pidió a san Martín el Confesor (14 de abril), sucesor del Papa Teodoro, que examinara la cuestión del Monotelismo en un Concilio de la Iglesia. El Concilio de Letrán se convocó en octubre de 649. Estuvieron presentes ciento cincuenta obispos occidentales y treinta y siete representantes del Oriente ortodoxo, entre ellos san Máximo el Confesor. El Concilio condenó la herejía monotelita y el “Typos”. También fueron anatematizadas las falsas enseñanzas de los patriarcas Sergio, Pablo y Pirro de Constantinopla.


Cuando Constante II recibió las decisiones del Concilio, dio órdenes de arrestar tanto al Papa Martín como a san Máximo. La orden del emperador se cumplió en el año 654. San Máximo fue acusado de traición y encarcelado. En 656 fue enviado a Tracia y más tarde devuelto a una prisión de Constantinopla.


El Santo y dos de sus discípulos fueron sometidos a los más crueles tormentos. A cada uno le cortaron la lengua y le cortaron la mano derecha. Luego fueron exiliados a Skemarum en Scythia, soportando grandes sufrimientos y dificultades en el viaje.


Después de tres años, el Señor precisó a san Máximo el tiempo de su reposo (13 de agosto de 662). Tres velas aparecieron sobre el sepulcro de san Máximo y ardieron milagrosamente. Esta fue una señal de que san Máximo fue un faro de la ortodoxia durante su vida, y continúa brillando como ejemplo de virtud para todos. Numerosas curaciones tuvieron lugar en su sepulcro.


San Máximo ha legado a la Iglesia una gran herencia teológica. Sus obras exegéticas contienen explicaciones de difíciles pasajes de la Sagrada Escritura, comentarios sobre el Padre Nuestro y sobre el Salmo 59, varios “escolios” o “marginalia” (comentarios escritos al margen de los manuscritos), sobre tratados del Hieromártir Dionisio el Areopagita (3 de octubre) y san Gregorio el Teólogo (25 de enero). Entre las obras exegéticas de san Máximo se encuentra la explicación de los servicios divinos, titulada “Mistagogia” (“Introducción al Misterio”).


Las obras dogmáticas de san Máximo incluyen la Exposición de su disputa con Pirro y varios tratados y cartas a varias personas. En ellos están contenidas explicaciones de la enseñanza ortodoxa sobre la Esencia Divina y las Personas de la Santísima Trinidad, sobre la Encarnación del Verbo de Dios y sobre la “theosis” (“deificación”) de la naturaleza humana.


“Nada en la theosis es producto de la naturaleza humana”, escribe san Máximo en una carta a su amigo Talasio, “porque la naturaleza no puede comprender a Dios. Sólo la misericordia de Dios tiene la capacidad de dotar de theosis a lo existente. En la theosis el hombre (imagen de Dios) se asemeja a Dios, goza de toda la plenitud que por naturaleza no le pertenece, porque la gracia del Espíritu triunfa en él, y porque Dios actúa en él” (Carta 22).


San Máximo también escribió obras antropológicas (es decir, acerca del hombre). Discurre sobre la naturaleza del alma y su existencia consciente después de la muerte. Entre sus composiciones morales, destacan especialmente sus “Capítulos de amor”.


San Máximo el Confesor también escribió tres himnos en las mejores tradiciones de la himnografía eclesiástica, siguiendo el ejemplo de san Gregorio el Teólogo.


La teología de san Máximo el Confesor, basada en la experiencia espiritual del saber de los grandes Padres del Desierto, y utilizando el hábil arte de la dialéctica elaborado por la filosofía precristiana, fue continuada y desarrollada en las obras de san Simeón el Nuevo Teólogo (12 de marzo), y san Gregorio Palamás (14 de noviembre).



REFERENCIAS

Orthodox Church in America. (2023). Venerable Maximus the Confessor. New York, Estados Unidos: OCA.

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