REPOSO DEL VENERABLE JUAN, ABAD DE RILA
- monasteriodelasant6
- 18 ago
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conmemorado el 18 de agosto.

El Venerable Juan de Rila (ru. Преподобный Иоанн Рыльски), el gran asceta espiritual de la iglesia ortodoxa búlgara y protector celestial de la nación búlgara, nació en el año 876 en la aldea de Skrino (ru. Скрино), en el distrito de Sredets (hoy, Sofía).
Tras quedar huérfano, el niño se convirtió en pastor de vacas para evitar a la gente. En una ocasión, un hombre adinerado lo azotó por haber perdido una vaca con su ternero. El niño lloró largamente y oró para que Dios lo ayudara. Cuando encontró la vaca con el ternero, las aguas del río Struma se alzaban y afluían con fuerza. El joven pastor oró, colocó su camisa andrajosa sobre el agua, hizo la señal de la cruz sobre ella, tomó al ternero en brazos y se dirigió con él, como si estuviera en tierra firme, a la otra orilla del río donde estaba la vaca. El hombre adinerado, oculto en el bosque, se atemorizó al contemplar tal milagro. Recompensó generosamente al joven y luego lo despidió de su hogar. Tras repartir sus posesiones, el niño abandonó su aldea. Se desconoce dónde y cuándo el Santo recibió la tonsura monástica.
Al principio, vivió una vida ascética en la cima de una colina alta y árida, alimentándose únicamente de plantas silvestres. Su celda fue hecha de matorrales. Poco después, unos ladrones lo asaltaron de noche, lo agredieron y lo expulsaron. Más tarde, halló una cueva profunda y se instaló en ella. Pronto, su sobrino, san Lucas, también se instaló allí.
Lucas abandonó en secreto la casa de sus padres y se adentró en el desierto donde vivía el Santo. Tras grandes esfuerzos, logró encontrarlo. Al principio, al verlo de lejos, el bienaventurado Juan pensó que se trataba de una tentación demoníaca y oró. Como muchos solitarios, san Juan fue acosado por demonios, que adoptaron la forma de animales salvajes e intentaron obligarlo a partir. Al acercarse Lucas, se postró y pidió la bendición de san Juan. Ésto convenció al asceta de que realmente se trataba de su sobrino, y no de un delirio. Bendijo a Lucas y le preguntó por qué había venido. El joven expresó su deseo de compartir su estilo de vida, y le permitió permanecer. Lucas emuló a san Juan el Precursor, quien había vivido en el desierto desde su infancia.
Satanás no soportó la santa vida de oración y ayuno de san Juan. Movido por el demonio, un conocido del padre de Lucas, encontrando a éste abrumado por el dolor y perturbado por la desaparición de su hijo, le dijo: “Tu hermano Juan vino de noche, se llevó a tu hijo y lo tiene en su poder. Si no rescatas al niño, se convertirá en alimento de fieras. Ven, te mostraré dónde está, y entonces podrás ir a buscar a tu hijo”.
Al oír esto, el padre de Lucas se enfureció y maldijo a su inocente hermano. Al acercarse al sitio, el conocido le mostró la cueva del Venerable Juan desde lejos y se marchó. El hermano siguió adelante y encontró al Santo. Lo reprendió, llamándolo embaucador y malvado por haber robado a su hijo.
Intentó asesinar al Venerable con un madero pesado y algunas piedras, pero san Juan permaneció allí sin decir nada. El padre tomó al niño y lo sacó del yermo, con la intención de traerlo de vuelta al mundo. El bendito hombre, sabiendo que el niño caería en las trampas del demonio, se llenó de tristeza y de lágrimas. Cayó de rodillas y oró: “Señor Jesucristo, contempla la aflicción de mi corazón y concédeme una señal de tu misericordia. Tú has dicho: ‘Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el Reino de los Cielos’” (Mt 19:14).
Después de caminar una corta distancia, una serpiente mordió a Lucas y murió al instante sin dolor. El padre no supo qué hacer. Retornó a san Juan y se arrepintió de sus actos. Con profundo dolor, le contó lo sucedido. San Juan le dijo que enterrara al niño y regresara a su casa. El Santo se consoló en su dolor y glorificó a Dios, porque mediante la muerte del cuerpo, había salvado al niño de la futura muerte de su alma. San Juan visitaba a menudo el sepulcro de su justo sobrino, el cual se convirtió en su sitio de soledad preferido.
San Juan pasó doce años en la cueva desolada, y luego se adentró en el desierto de Rila y se instaló en el hueco de un árbol. Ayunó. Oraba largamente, lloraba sin cesar y solo se alimentaba de hierba. Al ver tal perseverancia, Dios hizo brotar frijoles, que fueron su alimento por mucho tiempo. Todo ello hizo que la gente conociera al Venerable Juan.
Una vez, un rebaño de ovejas asustadas corría por los empinados senderos de la colina y no se detuvo hasta llegar al lugar donde vivía el monje. Los pastores, siguiéndolos, vieron con asombro al ermitaño, quien los saludó amablemente: “Llegan con hambre. Cojan algunos de mis frijoles y coman”. Todos comieron y quedaron satisfechos. Uno recogió muchos frijoles de reserva. De camino a casa, los ofreció a sus compañeros, pero no había frijoles en las vainas robadas. Los pastores regresaron arrepentidos, y el Anciano se quedó allí, diciendo con una sonrisa: “Miren, hijos, éstos frutos están destinados por Dios para la subsistencia en el desierto”.
Desde entonces, comenzaron a llevarle al monje enfermos y atormentados por espíritus inmundos, a quienes sanaba mediante la oración. Huyendo de la notoriedad, el monje abandonó su querido hueco en un árbol y se instaló en un alto y rocoso risco de difícil acceso, donde habitó durante siete años a cielo abierto. Los rumores sobre el gran asceta llegaron incluso al rey búlgaro Pedro (927-969), quien deseaba conocerlo. San Juan escribió una carta, rechazando tal encuentro por humildad.
Más tarde, san Juan tomó bajo su guía a no pocos monjes, quienes erigieron un Monasterio con una iglesia en la cueva donde viviera anteriormente. Cuidó sabiamente de su rebaño y durmió en el Señor el día 18 del mes de agosto del año 946, a la edad de 70 años.
Cinco años antes de su partida, escribió de su puño y letra, la obra “Un Testamento para los Discípulos", una de las creaciones más destacadas de la literatura búlgara antigua. La vida santa del asceta y las extraordinarias misericordias de Dios a través de sus oraciones fueron una excelente predicación de la fe cristiana en la recién bautizada tierra búlgara. En la difícil época de la lucha de Bulgaria con Bizancio, bajo el rey búlgaro occidental Samuel (976-1014), san Juan se apareció a sus discípulos y les mandó trasladar sus reliquias a Sredets (Sofía), donde se escondía el patriarca búlgaro Damián (927-972). Se presume que el traslado de las reliquias tuvo lugar en el año 980.
Poco después, la mano derecha del Venerable Juan de Rila fue trasladada a Rusia (presumiblemente a la ciudad de Rila, donde se construyó una iglesia en su honor, con una capilla dedicada a los Santos Mártires Floro y Lauro, el día de su conmemoración (18 de agosto), día de su dormición).
El nombre de san Juan era conocido y apreciado por el pueblo ruso desde la antigüedad. Se conservan datos sobre el deceso del Santo, especialmente en fuentes rusas (p. ej. el Menaion de agosto del siglo XII, en la Crónica de Mazurinsk).
En el año 1183, el rey húngaro Bela II (1174-1196), durante una campaña contra los griegos, se apoderó del cofre con las reliquias de san Juan, junto con otro botín, y lo llevó a la ciudad de Esztergom.
En el año 1187, tras embellecer el relicario, devolvió las reliquias con gran honor. El 19 de octubre de 1238, las reliquias de san Juan fueron trasladadas solemnemente a la nueva capital, Trnovo, y depositadas en una iglesia dedicada al Santo.
El 1° de julio del año 1469, las reliquias del Venerable Juan de Rila fueron devueltas al Monasterio de Rila, donde reposan hasta la actualidad, brindando una ayuda llena de gracia a todos los creyentes.
REFERENCIAS
Orthodox Church in America. (2025). Repose of Venerable John, Abbot or Rila. New York, Estados Unidos: OCA.
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