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SAN FOCIO, PATRIARCA DE CONSTANTINOPLA

conmemorado el 6 de febrero.


San Focio, patriarca de Constantinopla, “el faro resplandeciente de la Iglesia”, vivió durante el siglo nueve y provenía de una familia de cristianos devotos. Su padre Sergio expiró como mártir en defensa de los iconos sagrados. San Focio recibió una excelente educación y, dado que su familia estaba emparentada con la casa imperial, ocupó el cargo de primer secretario de Estado en el Senado. Sus contemporáneos dijeron de él: “Él se distinguió de tal manera con el saber en casi todas las ciencias seculares, que justamente podría ser posible estimar la gloria de su tiempo y compararla con los antiguos”.


Miguel, el joven sucesor al trono, y san Cirilo, el futuro Iluminador de los eslavos, fueron instruidos por él. Su honda piedad cristiana protegió a san Focio de ser seducido por los encantos de la vida cortesana. Con su alma entera anhelaba el monacato.


En 857 Bardas, que gobernó con el emperador Miguel, depuso al patriarca Ignacio (23 de octubre) de la Sede de Constantinopla. Los obispos, conociendo la piedad y el vasto conocimiento de Focio, informaron al emperador de su dignidad para ocupar el trono archipastoral. San Focio aceptó la propuesta con humildad. Pasó por todos los rangos clericales en seis días. El día de la Natividad de Cristo fue consagrado obispo y elevado al trono patriarcal.


Pronto, empero, surgió la discordia dentro de la Iglesia, provocada por la destitución del patriarca Ignacio de su cargo. Se convocó el Sínodo de 861 para poner fin a los disturbios, en el que se confirmaron la deposición de Ignacio y la instauración de Focio como patriarca.


El Papa Nicolás I, cuyos enviados estuvieron presentes en este concilio, esperaba que al reconocer a Focio como patriarca pudiera subordinarlo a su poder. Cuando el nuevo patriarca se mostró insumiso, Nicolás anatematizó a Focio en un concilio romano.


Hasta el fin de su vida, san Focio fue un firme opositor de las intrigas y designios papales sobre la Iglesia Ortodoxa de Oriente.


En 864, Bulgaria se convirtió al cristianismo. El príncipe búlgaro Boris fue bautizado por el patriarca Focio. Más tarde, san Focio envió un arzobispo y sacerdotes para bautizar al pueblo búlgaro. En 865, los Santos Cirilo y Metodio fueron enviados a predicar a Cristo en lengua eslava. Sin embargo, los partidarios del Papa incitaron a los búlgaros contra los misioneros ortodoxos.


La desdichada situación en Bulgaria tuvo lugar porque una invasión de los alemanes los obligó a buscar ayuda en Occidente, y el príncipe búlgaro pidió al Papa que enviara a sus obispos. Cuando llegaron a Bulgaria, los legados papales comenzaron a sustituir las creencias y prácticas ortodoxas por enseñanzas y costumbres latinas. San Focio, cual inamovible defensor de la verdad y denunciante de la falsedad, escribió una encíclica informando a los obispos orientales de las acciones del Papa, indicando que el apartamiento de la Iglesia Romana de la ortodoxia no yacía solo en el rito, sino, asimismo, en su confesión de fe. Se convocó un consejo, censurando la arrogancia de Occidente.


En 867, Basilio el Macedonio se hizo con el trono imperial, tras asesinar al emperador Miguel. San Focio denunció al asesino y no le permitió participar de los Santos Misterios de Cristo. Por lo tanto, fue destituido del trono patriarcal y encerrado en un monasterio bajo vigilancia, y el patriarca Ignacio fue restituido a su cargo.


El Sínodo de 869 se reunió para investigar la conducta de san Focio. Este concilio se llevó a cabo con la participación de legados papales, quienes exigieron que los participantes firmaran un documento (Libelo) condenando a Focio y reconociendo la primacía del Papa. Los obispos orientales no estuvieron de acuerdo con esto y discutieron con los legados. Convocado al concilio, san Focio respondió a todas las acusaciones de los legados con digno silencio. Solo cuando los jueces le preguntaron si deseaba arrepentirse, respondió: “¿Por qué se consideran jueces?”.


Tras largas disputas, los oponentes de Focio salieron victoriosos. Aunque su juicio era infundado, anatematizaron al patriarca Focio y a los obispos que lo defendían. El Santo Obispo fue enviado a prisión por siete años, y por su propio testimonio, agradeció al Señor por soportar pacientemente a Sus jueces.


Durante este tiempo, el clero latino fue expulsado de Bulgaria y el patriarca Ignacio envió allí a sus obispos. En 879, dos años después de la muerte del patriarca Ignacio, se convocó otro concilio (muchos lo consideran el Octavo Concilio Ecuménico), y nuevamente san Focio fue reconocido como el legítimo Archipastor de la Iglesia de Constantinopla.


El Papa Juan VIII, que conocía personalmente a Focio, declaró a través de sus enviados que se anulaban las anteriores decisiones papales sobre Focio. El concilio reconoció el carácter inalterable del Credo de Nicea-Constantinopla, rechazando la distorsión latina (“filioque”), y reconociendo la independencia e igualdad de ambos tronos y ambas iglesias (occidental y oriental). El concilio decidió abolir los usos y rituales latinos en la iglesia búlgara introducidos por el clero romano, que cesó sus actividades allí.


Bajo el sucesor del emperador Basilio, León, san Focio nuevamente soportó denuncias falsas y fue acusado de hablar en contra del emperador. Nuevamente depuesto de su Sede en 886, el santo completó el curso de su vida en 891. Fue enterrado en el monasterio de Eremia.


La Iglesia Ortodoxa venera a san Focio como “pilar y fundamento de la Iglesia”, “guía inspirada de los ortodoxos” y sabio teólogo. Dejó varias obras, exponiendo los errores de los latinos, refutando las herejías que destruyen el alma, explicando las Sagradas Escrituras y explorando numerosos aspectos de la fe.



REFERENCIAS

Orthodox Church in America. (2023). Saint Photius, Patriarch of Constantinople. New York, Estados Unidos: OCA.

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