conmemorado el 25 de agosto.
El Santo Apóstol Tito de los Setenta era originario de la isla de Creta, hijo de un pagano ilustre. En su juventud estudió filosofía helenística, así como poesía antigua. Inclinado por las ciencias, Tito llevó una vida virtuosa, sin entregarse a los vicios y pasiones característicos de la mayoría de los paganos. Conservó su virginidad, tal como diera testimonio el Hieromártir y Portador de Dios Ignacio de Antioquía (20 de diciembre).
Por tal camino de vida el Señor no lo dejó sin Su auxilio. A los veinte años, san Tito escuchó en sueños una voz que sugería que abandonara la sabiduría helenística, incapaz de alcanzarlo la salvación de su alma, y que buscara, más bien, aquello que lo salvaría. Después de éste sueño, san Tito esperó un año más, habida cuenta de que, en realidad, no se trataba de un mandato, no obstante, lo llevó a familiarizarse con las enseñanzas de los Profetas de Dios. El primero que leyó fue el Libro del Profeta Isaías. Al abrirlo en el capítulo 47, quedó impresionado por las palabras que hablaban, por así decirlo, de su propia condición espiritual.
Cuando llegaron a Creta noticias sobre la aparición de un Gran Profeta en Palestina y sobre los grandes milagros que obró, el gobernador de la isla de Creta (un tío de Tito) lo envió allí. Éste Profeta fue el propio Señor Jesucristo, encarnado de la Santísima Virgen María, quien viniera al mundo para la redención de la humanidad de la opresión del pecado ancestral.
En Jerusalén, san Tito vio al Señor. Escuchó su predicación y creyó en él. Fue testigo del sufrimiento y muerte del Salvador en la Cruz, de Su gloriosa Resurrección y Ascensión al Cielo. El día de Pentecostés el aspirante a Apóstol escuchó cómo los Doce Apóstoles, tras el advenimiento del Espíritu Santo, hablaban en varias lenguas, entre las cuales se encontraba la lengua cretense (Hch 2:11).
San Tito aceptó el Bautismo del Santo Apóstol Pablo, convirtiéndose en su discípulo más allegado. Acompañó a san Pablo en sus viajes misioneros, cumpliendo las tareas que lo fueron encomendadas. Estuvo involucrado en el establecimiento de nuevas iglesias y permaneció con Pablo en Jerusalén.
San Tito fue contado entre los Setenta Apóstoles y el Apóstol Pablo lo nombró obispo de Creta. Hacia el año 65, poco antes de su segundo encarcelamiento, el Apóstol Pablo envió una epístola pastoral a Tito, “verdadero hijo según la fe común” (Ti 1:4). Cuando el Divino Pablo fue llevado como un criminal a Roma para ser juzgado ante el César, san Tito dejó por un tiempo su rebaño en Creta y se dirigió a Roma para estar al servicio de su padre espiritual. Después de la muerte por martirio de san Pablo, Tito regresó a Gortina, principal ciudad de Creta.
San Tito apacentó pacíficamente a su rebaño y se esforzó por iluminar a los paganos con la luz de la fe en Cristo. El Señor le concedió el don de obrar milagros. Durante una de las fiestas paganas en honor a la diosa Diana, Tito predicó ante una multitud de paganos.
Cuando vio que no lo escuchaban, oró al Señor, para que el Señor mismo mostrara a las personas equivocadas la falsedad de los ídolos. Por la oración de san Tito, el ídolo de Diana cayó, haciéndose añicos ante los ojos de todos. En otra ocasión, san Tito oró para que el Señor no permitiera la finalización de un templo de Zeus, y éste se derrumbó.
Con tales milagros, san Tito condujo a muchos a la fe en Cristo. Después de llevar la luz de la fe a las regiones circundantes, san Tito durmió pacíficamente en el Señor a la edad de 97 años. En el momento de su muerte, su rostro resplandecía como el sol.
REFERENCIAS
Orthodox Church in America. (2023). Apostle Titus of the Seventy and Bishop of Crete. New York, Estados Unidos: OCA.
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