conmemorado el 23 de julio.
El Santo Profeta Ezequiel vivió en el siglo VI antes del nacimiento de Cristo. Nació en la ciudad de Sarir, y descendía de la tribu de Leví; como su padre, el sacerdote Buzí, el Profeta Ezequiel se dedicó primeramente al ejercicio del ministerio sacerdotal. Fue llevado a Babilonia cuando tenía veinticinco años junto con el rey Jeconías II y muchos otros judíos durante la segunda invasión de Jerusalén por parte del rey babilonio Nabucodonosor.
El Profeta Ezequiel vivió en cautiverio junto al río Quebar. El año quinto de su cautividad, fue llamado por Dios al ministerio profético. Cuando tenía treinta años, tuvo una visión del futuro de la nación hebrea y de la humanidad entera. El Profeta vio una nube brillante, con fuego que destellaba continuamente, y en medio del fuego, bronce reluciente. También vio cuatro seres vivientes con forma de hombres, pero con cuatro semblantes (Ez 1:6). Cada uno tenía rostro de hombre al frente, cara de león a la derecha, cara de buey a la izquierda y cara de águila atrás (Ez 1:10). Había una rueda en la tierra al lado de cada criatura, y el borde de cada rueda estaba lleno de ojos.
Sobre las cabezas de las criaturas parecía haber un firmamento que brillaba como el cristal. Sobre el firmamento había la semejanza de un trono, como un zafiro brillante en apariencia. Sobre éste trono descansaba “una figura semejante a un hombre” (Ez 1:26), y alrededor de Él estaba un arco iris (Ez 1:4-28).
Según la explicación de los Padres de la Iglesia, la semejanza humana sobre el trono de zafiro prefigura la Encarnación del Hijo de Dios de la Santísima Virgen María, que es el Trono viviente de Dios. Las cuatro criaturas son símbolos de los cuatro evangelistas: un hombre (san Mateo), un león (san Marcos), un buey (san Lucas) y un águila (san Juan); la rueda con los muchos ojos pretende sugerir la participación de la luz por parte de todas las naciones de la tierra. Durante ésta visión, el Santo Profeta cayó al suelo por causa del temor, pero la voz de Dios lo ordenó que se pusiera de pie. El Señor lo enviaba a predicar a la nación de Israel. Éste fue el comienzo del servicio profético de Ezequiel.
El Profeta Ezequiel anuncia al pueblo de Israel, cautivo en Babilonia, las tribulaciones que había de encarar por no permanecer fiel a Dios. El Santo Profeta también anunció un tiempo mejor para sus compatriotas, así como su retorno de Babilonia y la restauración del Templo de Jerusalén.
Hay dos elementos significativos en la visión del profeta: la visión del templo del Señor, lleno de gloria (Ez 44:1-10); y los huesos en el valle, a los cuales el Espíritu de Dios les dio nueva vida (Ez 37:1-14). La visión del templo fue una misteriosa prefiguración de la raza humana liberada de la obra del Enemigo y de la edificación de la Iglesia de Cristo por el acto redentor del Hijo de Dios, encarnado en la Santísima Madre de Dios. La descripción de Ezequiel de la puerta cerrada del santuario, por la que entraría el Señor Dios (Ez 44:2), es una profecía de la Virgen dando a luz a Cristo, mas permaneciendo virgen. La visión de los huesos secos prefiguraba la resurrección universal de los muertos y la nueva vida eterna otorgada por el Señor Jesucristo.
El Santo Profeta Ezequiel recibió del Señor el don de obrar milagros. Él, como el profeta Moisés, dividió las aguas del río Quebar, y los hebreos cruzaron a la orilla opuesta, escapando de los caldeos que los perseguían. Durante un tiempo de hambruna, el Santo Profeta pidió a Dios la multiplicación de alimentos para los hambrientos.
Ezequiel fue condenado a muerte porque denunció a cierto príncipe hebreo por idolatría. Atado a caballos salvajes, fue despedazado. Los hebreos piadosos recogieron el cuerpo desgarrado del profeta y lo enterraron en el sepulcro de Sem, hijo de Noe, y Arfaxad, hijo de Sem, antepasados de Abraham, no lejos de Bagdad. La profecía de Ezequiel se encuentra en el Libro que lleva su nombre y está incluida en el Antiguo Testamento.
San Demetrio de Rostov (28 de octubre y 21 de septiembre) explica a los creyentes los siguientes conceptos del libro del profeta Ezequiel: si un hombre justo se vuelve de la justicia al pecado, morirá por su pecado, y su justicia no será recordada. Si un pecador se arrepiente y guarda los mandamientos de Dios, no morirá. Sus pecados anteriores no le serán tomados en cuenta, porque ahora sigue el camino de la justicia (Ez 3:20; 18:21-24).
REFERENCIAS
Orthodox Church in America. (2023). Holy Prophet Ezekiel. New York, Estados Unidos: OCA.
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