conmemorado el 4 de marzo.
El Venerable Gerásimo era oriundo de Licia (Asia Menor). Desde temprana edad se distinguió por su piedad. Habiendo recibido la tonsura monástica, se retiró al desierto de Tebaida (en Egipto). Posteriormente, alrededor del año 450, el monje llegó a Palestina y se estableció en el Jordán, donde fundó un monasterio.
Por un tiempo, san Gerásimo fue tentado por el error de Eutiques y Dióscoro, que admitían en nuestro Señor Jesús Cristo sólo la naturaleza divina, pero no su naturaleza humana (es decir, la herejía monofisita). San Eutimio el Grande (20 de enero) lo socorrió en su retorno a la verdadera Fe.
San Gerásimo estableció una estricta Regla monástica. Pasaba cinco días de la semana en soledad, ocupándose de las manualidades y la oración. En éstos días los habitantes del desierto no comían alimentos cocinados ni encendían fuego, sino que sólo comían pan seco, raíces y agua.
Los días sábado y domingo todos se reunían en el Monasterio para la Celebración de la Divina Liturgia y para participar de los Santos Misterios de Cristo. Por la tarde, abasteciéndose de pan, tubérculos, agua y un montón de ramas de palmera datilera para tejer cestas, los moradores del desierto retornaban a sus propias celdas. Cada uno sólo tenía ropa gastada y una estera sobre la cual dormía. Cuando salían de sus celdas, la puerta nunca estaba cerrada con llave, por lo que cualquiera podía entrar y descansar, o tomar lo que necesitara.
El propio san Gerásimo alcanzó un alto nivel de ascetismo. Durante la Gran Cuaresma no comería nada sino hasta el mismo día de la Radiantísima Resurrección de Cristo, cuando recibiría los Santos Misterios. Al partir hacia el desierto durante la entera Gran Cuaresma, san Gerásimo llevaría consigo a su amado discípulo san Ciriaco (29 de septiembre), a quien le había enviado san Eutimio.
Cuando san Eutimio el Grande durmió en el Señor, san Gerásimo vio cómo los ángeles escoltaban el alma del difunto hasta el Cielo. Llevando consigo a Ciriaco, el monje partió inmediatamente hacia el Monasterio de san Eutimio y entregó su cuerpo a la tierra.
En aquellos días, un gran león hizo su aparición en el Monasterio. Cuando comenzaron los rugidos todos aquellos quienes lo pudieron escuchar quedaron aterrorizados. Todos, excepto el humilde monje Gerásimo. Un hombre sencillo que había aprendido a amar a todas las criaturas de Dios habiendo vivido entre ellas como un monje en el desierto. Éste gentil monje afinó sus oídos y escuchó detenidamente el feroz rugido. Entonces les dio seguridad a sus compañeros monjes con palabras como las siguientes: “No tengan miedo. Ese león no va a lastimar a nadie. Solamente está llorando porque está experimentando un terrible dolor”. Habiendo dicho ésto el valiente monje comenzó a caminar hacia el sitio de donde procedían los fieros rugidos, detrás de una maraña de palmas de dátiles ubicadas a solamente unos cincuenta metros de distancia. Sorprendidos, los otros monjes se miraron entre sí boquiabiertos. ¿Su abba había perdido la razón? Sin atreverse a mirar se quedaron esperando el ataque mortal que, según ellos, terminaría con la vida del piadoso abad temeroso de Dios, quien fundara su comunidad de monjes en Palestina alrededor del año 450.
Al venerable Gerásimo lo tomó menos de un minuto llegar al lugar en que se encontraba el félido, el cual yacía sentado en el suelo y rugiendo angustiadamente. Sonriendo calmadamente, el célebre monje del desierto ─veterano de largos años viviendo solo en las áridas arenas de Egipto antes de llegar a Palestina─ se acercó al enorme animal y le extendió la mano derecha. El león parpadeó ante él y luego puso en las manos del Santo su pata herida, que estaba hinchada. Al medio de la garra afectada había una espina que sobresalía de entre su piel rasgada y dolorida. Moviéndose muy lentamente, el monje del desierto removió la dolorosa daga que producía esa herida punzante en la extremidad del animal. A partir de ese momento el león se mostró feliz de vivir como una mascota bastante educada en el monasterio... mientras los setenta monjes con quienes compartía sus austeras habitaciones ubicadas en el Río Jordán junto a su maestro espiritual se maravillaban diariamente por la naturaleza dócil y amigable del animal.
San Gerásimo reposó en paz, llorado por sus hermanos y discípulos. Aquel gran león que ayudara al Santo Gerásimo en sus labores murió poco después de la muerte del venerable Anciano y fue enterrado cerca de su sepulcro. Razón por la cual la iconografía del Santo lo escribe con el predicho león, a sus pies.
REFERENCIAS
La Ortodoxia es la Verdad. (2023). San Gerásimo del Jordán. Atenas, Grecia: https://laortodoxiaeslaverdad.blogspot.com
Orthodox Church in America. (2024). Venerable Gerasimus of the Jordan. New York, Estados Unidos: OCA.
Comments