conmemorado el 9 de mayo.
El Santo Profeta Isaías vivió 700 años antes del nacimiento de Cristo, y era de linaje real. El padre de Isaías, Amós, crio a su hijo en el temor de Dios y en la ley del Señor. Habiendo llegado a la edad de la madurez, el profeta Isaías se casó con una piadosa profetisa (Is 8:3) y tuvo un hijo, Jashub (Is 8:18).
San Isaías fue llamado al ministerio profético durante el reinado de Ozías (Uzías), rey de Judea, y profetizó por 60 años durante el reinado de los reyes Joatham, Acaz, Ezequías y Manasés. El comienzo de su servicio estuvo marcado por la siguiente visión:
El año de la muerte del rey Ozías vi al Señor sentado sobre un trono alto y sublime, y sus haldas henchían el templo. Había ante él serafines, que cada uno tenía seis alas; con dos se cubrían el rostro, con dos se cubrían los pies, y con las otras dos volaban, y los unos a los otros se gritaban y se respondían: ¡Santo, Santo, Santo, Yave Sebaot! ¡Está la tierra toda llena de su gloria! A estas voces temblaron las puertas en sus quicios, y la casa se llenó de humo. (Is 6:1-4)
El profeta gritó aterrorizado: “¡Ay de mí, perdido soy!, pues siendo un hombre de impuros labios, que habita en medio de un pueblo de labios impuros, he visto con mis ojos al Rey, Yave Sebaot” (Is 6:5). Entonces le fue enviado uno de los serafines, que tenía en la mano un carbón al rojo vivo, que con las tenazas tomó del altar del Señor, y tocando con él la boca del Profeta Isaías, dijo: “Mira, esto ha tocado tus labios, tu culpa ha sido quitada y borrado tu pecado” (Is 6:7). Después de esto, Isaías escuchó la voz del Señor, dirigida hacia él: “¿A quién enviaré, y quién irá de nuestra parte?” (Is 6:8). A lo que el Profeta respondió: “Heme aquí, envíame a mí” (Is 6:8). Y el Señor lo envió a los judíos para exhortarlos a que se apartaran de los caminos de la impiedad y de la adoración de ídolos, y para ofrecer el arrepentimiento, diciendo:
Ve y di a ese pueblo: Oíd y no entendáis, ved y no conozcáis. Endurece el corazón de ese pueblo, tapa sus oídos, cierra sus ojos. Que no vea con sus ojos ni oiga con sus oídos, ni entienda su corazón, y no sea curado de nuevo. (Is 6:9-10)
A los que se arrepientan y se vuelvan al Dios verdadero, el Señor les prometió misericordia y perdón, pero el castigo y el juicio de Dios están señalados para los impenitentes. Entonces Isaías preguntó al Señor cuánto tiempo continuaría la separación de la nación judía de Dios. El Señor respondió, diciendo:
Hasta que las ciudades queden asoladas y sin habitantes, y las casas sin moradores, y la tierra hecha un desierto. Hasta que Yave arroje lejos a los hombres, y sea grande la desolación en la tierra. Si quedare un décimo, será también para el fuego, como la encina o el terebinto cuyo tronco se abate. (Is 6:11-13)
Isaías dejó tras de sí un libro profético en el que denuncia a los judíos por su infidelidad al Dios de sus padres. Predijo el cautiverio de los judíos y su regreso del cautiverio durante el tiempo del emperador Ciro, la destrucción y renovación de Jerusalén y del Templo. Juntamente anuncia, asimismo, el destino histórico de las naciones fronterizas con el pueblo de los judíos. Pero lo más importante de todo para nosotros, el profeta Isaías con particular claridad y detalle profetiza sobre la venida del Mesías, Cristo Salvador. El profeta nombra al Mesías como Dios y Hombre, maestro de todas las naciones, fundador del Reino de paz y de amor.
El profeta anuncia el nacimiento del Mesías de una Virgen, y con singular claridad describe el sufrimiento del Mesías por los pecados del mundo. Él prevé Su Resurrección y la expansión universal de Su Iglesia. Por su clara predicción de Cristo Salvador, el profeta Isaías merece ser llamado un evangelista del Antiguo Testamento. A él pertenecen, entre otras, las palabras: “pero fue él, ciertamente, quien tomó sobre sí nuestras enfermedades y cargó con nuestros dolores, y nosotros le tuvimos por castigado y herido por Dios y humillado” (Is 53:4-5); “El Señor mismo os dará por eso la señal: He aquí que la Virgen grávida está dando a luz un hijo y le llama Emmanuel” (Is 7:14); “Y brotará una vara del tronco de Jesé, y retoñará de sus raíces un vástago. Sobre el que reposará el espíritu de Yave, espíritu de sabiduría y de inteligencia, espíritu de consejo y de fortaleza, espíritu de entendimiento y de temor de Yave” (Is 11:1-2); “El espíritu del Señor, Yave descansa sobre mí, pues Yave me ha ungido. Y me ha enviado para predicar la buena nueva a los abatidos, y sanar a los de quebrantado corazón; para anunciar la libertad a los cautivos y la liberación a los encarcelados” (Is 61:1).
El Santo Profeta Isaías fue concedido además el don de obrar milagros. Y así, cuando durante el tiempo del asedio de Jerusalén por los enemigos, los sitiados se habían agotado de sed, con su oración sacó de debajo del monte Sion un hontanar de agua, que recibió el nombre Siloé, es decir, “enviado de Dios”. Fue a éste manantial al que nuestro Salvador envió al hombre ciego de nacimiento a lavarse, diciendo: “Ve al Siloé, y lávate” (Jn 9:11), tras lo cual recibió la vista. Por la oración del profeta Isaías, más aún, el Señor prolongó la vida de Ezequías por 15 años.
El Profeta Isaías murió como mártir. Por orden del rey judío Manasés fue aserrado con una sierra para madera. El profeta fue enterrado no lejos del estanque de Siloé. Las reliquias del Santo Profeta Isaías fueron luego trasladadas por el emperador Teodosio el Joven a Constantinopla e instaladas en la iglesia de San Lorenzo en Blachernae. En la actualidad parte de la cabeza del profeta Isaías se conserva en Athos en el monasterio de Hilandar.
REFERENCIAS
Orthodox Church in America. (2023). Prophet Isaiah. New York, Estados Unidos: OCA.
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