conmemorado el domingo siguiente a la Natividad, según la carne, de nuestro Señor, Dios y Salvador Jesús Cristo.
El Santo y Justo Rey y Profeta David fue un antecesor de nuestro Señor Jesucristo según la carne. David, el hijo menor de Jesé (Isaí), pastoreaba un rebaño de ovejas que pertenecía a su padre. Se distinguió por su profunda fe y cumplió celosamente la voluntad de Dios.
Durante una batalla con los filisteos, venció al gigante Goliat en combate singular, lo que decidió el resultado de la guerra a favor de los israelitas. Soportó mucho por parte del rey Saúl, quien lo veía como el favorito del pueblo y su rival. David, sin embargo, mostró su propia decencia y magnanimidad. Dos veces, cuando tuvo la posibilidad de asesinar a Saúl, no lo hizo.
Después de la muerte de Saúl y su hijo, David fue proclamado rey de la parte sur de Israel, y después de la muerte del segundo hijo de Saúl, se convirtió en rey de todo Israel. Construyó una nueva capital, Jerusalén (“la Ciudad de la Paz”) y un nuevo tabernáculo. Su gran anhelo de construir un templo no fue consumado. Se lo vaticinó que su hijo construiría dicho templo.
La vida del Profeta David se vio ensombrecida por una dolorosa caída: tomó para sí a la esposa de Urías, a quien envió a la muerte en batalla. Asimismo, se hizo ejemplo de profundo arrepentimiento, soportando con humildad y fe los dolores enviados en castigo por sus pecados. El Santo Rey David legó un modelo de arrepentimiento en el Salmo 50/51. Falleció en la ancianidad con una firme fe en el advenimiento del Mesías prometido, nuestro Señor Jesucristo. Su Salterio, de inspiración divina, se utiliza ampliamente en los servicios divinos y en las oraciones personales. (véase Libros de Reyes y Crónicas).
Quienes se enfrentan a una situación difícil, como una entrevista, etc., invocan al Santo y Justo Rey y Profeta David.
REFERENCIAS
Orthodox Church in America. (2023). Holy Righteous David the King. New York, Estados Unidos: OCA.
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